RETO#18 SINGULAR EFFIE. |
SINGULAR EFFIE
RETO#18 EL LIBRO DEL ESCRITOR.
PREMISA: Cambio de roles. Elige una novela e intercambia los papeles de los personajes principales con los secundarios para crear una nueva ficción.
SINGULAR EFFIE
contemplo la soberbia y colorida lámpara que cuelga sobre
nosotros, aun no me acostumbro a tanta opulencia, y que effie no me deje beber
no ayuda tampoco, la escucho quejarse, debe tener un mal sueño, reconozco lo
síntoma, después de pasarme cada día casi sin dormir por las maldita
pesadillas, aunque eh mejorado, «oh singular effie, cuanto te quiero, claro
nunca te lo diré», paso mi brazo sobre su hombro, nos tomamos de la mano,
recuesto mi cara contra su desnuda espalda.
Siento como se convulsiona ligeramente, sonrió y aparto la
sabana de seda, para ponerme de pies, camino descalzo, sintiendo el frio del
mármol negro, abro la puerta de cristal y voy al balcón.
Desde hay tengo una vista maravillosa de la ciudad, pero en
el fondo de mí, sé que no me puedo permitirme disfrutar demasiado cuando
katniss y peeta están en la arena, sufriendo, en el mejor de los casos, en el
peor solo tendré que encargarme de uno.
«Maldita sea como quisiera un buen escoses ahora», digo
llevando la cabeza entre los brazos, apoyado en el barandal.
Escucho las pisadas detrás de mí, ligera pero ahí están,
agradezco a mis sentidos que me ayudaron a mantenerme vivo en ese infierno.
Volteo y allí esta, delgada, envuelta en una finísima bata
dorada, como excusa para no estar desnuda y soberbia como siempre, me sonríe
con picardía.
Su piel pálida, contrasta contra su cara levemente
maquillada «ya es un avance», a pesar de que le eh dicho que no es bueno abusar
del maquillaje «en verdad era porque se ve hermosa al natural, pero no quiere
aceptarlo», le sonrió.
—te vas a refriar haymitch—.desliza sus delgadas manos,
sobre mi pecho, recostándose contra mi espalda.
—los estirados como tu talvez, yo soy capaz de soportar esta
leve brisa—.me refunfuña en el oído, suspiro.
Su mano sujeta la mía y comienza a jalarme hacia dentro del apartamento,
después de unos segundo le sigo el juego y comienzo a caminar hacia, la larga
mesa de nogal.
Sus risas aumentan a medida que nos acercamos.
Se gira y choca de culo contra el mueble, no alcanzo a
detenerme y nuestra cara queda a centímetros,
siento su dulce respiración contra mí.
Dudo que hacer, ella toma la iniciativa y acerca sus morados
labios a los míos, sabe a frambuesa.
Cierro los ojos, para disfrutar el momento.
Abro los ojos, la opulenta sala ha desaparecido frente a mí,
hay un fornida tributo con su traje ajustado, sujetándome, se gira para hacerme
una llave al cuello.
«Lo anterior debió se runa ilusión para distraerme, obra del
maldito capitolio».
Le tomo de la mano con fuerza, y la aporreo contra el suelo,
gime.
Aprovecho su desorientación al ponerse de pie, para interséctale
un puñetazo debajo de la quijada, vuelve a caer, la sangre le brota de la boca.
Salto y me siento sobre su espalda, afianzo mis pies en la
arena mojada, levantándola del cuello hacia mí, patalea con la piernas y brazos, «lo siento querida, es inútil
bastarda, en uno minutos yo sobreviviré a este infierno y tu morirás»; empiezo
a estrujar su cuello.
Trata de decir algo.
Pero no es la vos gruesas que esperaba, la que sale de su boca.
—haymitch, detente—. Es la de effie, le suelto.
Me incorporo y resbalo sobre la arena, cayendo de culo, el
mundo se agita frente a mí.
Mi visión se difumina y el campo de lucha se ha ido, frente
a mi effie esta tirada en el suelo.
Me acerco temiendo lo peor, la sostengo contra mí, «que
hice, que hice». —QUE HICISTE HAYMITCH.
Ella tose; el alma me vuelve al cuerpo, vuelve a toser pero
esta vez acompañado de sangre.
Ella me señala débilmente, un botón que sobresale de la
parte inferior de la mesa.
La dejo suavemente en el piso, igual convulsiona y la sangre
comienza a brotarle de la boca.
Lo toco y en segundos, una pared se desliza hacia arriba y
una avox entra, como si siempre hubiese estado allí, escondido, sabiendo las
atrocidades que es capaz de hacer el capitolio, no me sorprendería que así
fuera.
A pesar de su delgada figura y de que su cabeza este
envuelta en una especie de pajarera metálica, su belleza se nota.
Se mueve con gracia con su vestido gris reflectante, toma a
effie entre sus brazos y se dirige a la habitación de donde salió, le sigo.
El lugar parece una sala de operaciones, sabía que effie tenía
dinero, pero no creí que tanto para tener un hospital en casa.
Ella comienza a murmurar algo, trato de acercarme pero me
detiene con la mano, retrocedo.
La avox se acerca y escucha atenta, el dictamen de su ama.
Me echa de la habitación, a pesar de que me opongo,
finalmente sedo cuando effie me lanza una mirada, «no quiere que la vea herida,
nunca le ha gustado que la gente sepa de su dolor», me retiro.
La pared cae frente a mí, lo último que veo es a la avox con
una tenazas, un ruido hidráulico coloca la pared den su lugar como si nunca
hubiese existido una habitación del otro lado.
Me siento sobre le frio suelo, unos segundos, tengo que
hacer algo oh reventare por la desesperación, comienzo a caminar de un lado
para otro.
Buscando inútilmente algo de alcohol, no hay nada.
«El gimnasio, al menos si estoy lo suficientemente adolorido y cansado, ya no
podre preocuparme por ella».
Camino, no, corro hacia el elevador de cristal y marco la
planta inferior, ahora que los tributos se han ido, el lugar luce vacío y
calmado.
Salgo apenas se abren las puertas, me topo con un par de
avox que limpian el lugar, le saludos, pero ello agachan la cabeza, escondiendo
su mirada.
Entonces recuerdo que es un crimen dirigirse a ellos, que
para el resto del mundo ellos son poco más que esclavos, ya no son personas,
que asco me dan esos pensamientos.
Los golpes al saco de boxeo me ayudan a calmarme un poco.
Me detengo después de un par de repeticiones estoy viejo y
no en muy buena forma, eso y el alcohol no ayudan a mi rendimiento.
Me siento sobre el suelo acolchado y me seco el sudor de la
frente con el brazo.
Volteo deprisa, cuando me toca el hombro es una avox, me
acerca una bata, entonces miro hacia abajo, me he olvidado la ropa al salir.
Toma la ropa, quiero agradecerle, termino asintiendo, ella
me devuelve el gesto, para luego agachar la mirada y alejarse caminando hacia
atrás, graciosamente.
Me pongo de pie y me visto, es igual que la que usaba effie
una excusa para no decir que nadas desnudo por La calle, nunca terminare de
acostumbrarme a las moda de este lugar.
En parte por que vienen y van tan rápido, eh visto a effie
desechar ropa en perfecto estado, porque en su palabras ya no estaba a la moda.
La gente en los distritos mataría por tener algo que ponerse
contra el frio o para protegerse del inclemente sol, es más lo han hecho, lo he
visto.
No sé cómo soporta estar en un lugar donde todo son
apariencias pintadas, donde nadie es sincero y muestra su interior.
Supongo que temen darse cuenta de que en el fondo son peores
y más monstruosos que los tributos que se matan en la arena, al menos ello
tiene la justificación de querer sobrevivir, pero los espectadores como se justifican
disfrutar de eso juego macabros.
Que ya nos ha quedado claro que el distrito uno, es el más
poderoso.
Nos quedó claro cuando machacaron nuestra esperanza,
destruyeron los sueños de nuestros niños y reinaron con puño de hierro apoyados
en su fuerza militar.
Para qué demonios hacen esto, «simplemente porque pueden y
quieren demostrarlo».
Me levanto y huelgo a golpear el saco, haciendo retroceder
con cada golpe y golpeándolo más duro cada vez que regresa, hasta que finalmente
no resisto y me enviste tirándome al suave suelo, rió agotado.
Por el rabillo del ojo veo aun avox acercándose a mí, trata
de ayudarme a levantar, le hago una seña para que se detenga. —puedo, solo—.le
digo, retrocede y se aleja con gracia.
Me apoyo sobre el suelo, me impulso hacia arriba, ahogando
un grito, me sobo las costillas, me peino el cabello sudado hacia atrás,
respiro con fuerza, vuelvo a sobarme las costillas.
Me alejo lentamente, echando un último vistazo al saco que
oscila irregularmente en el centro del cuadrilátero.
Marco el piso de effie, en el camino se me unen un par de
señoras cuarentonas, sumamente arregladas y llenas de cirugías para disimular
sus edad, «que les devuelvan el dinero se ven igual de viejas», sonrió.
Ellas me devuelven la sonrisa y a una se le va la mirada,
con curiosidad, hacia abajo, se tapa la boca, me despido con cordialidad y
entro a nuestro apartamento.
Me sobresalto, effie está sentada en la cabecera de la larga y
fuete mesa, llena de alimentos exóticos, me señala con sus delgada y arreglada
mano que termina en uñas artificiales pintadas escandalosamente, asiento,
cerrando la puerta lentamente.
Camino, noto que la avox ya no está. «Abra vuelto a su lugar,
supongo».
El maquillaje logra disimularle los moretones.
—entonces haymitch, que tal tu entrenamiento—.pregunta como
si nada hubiera pasado, me quedó callado.
—dije, que tal tu entrenamiento—.alza la voz, para toser,
mientras parte una barra de pan con delicadeza.
Otra de las cosas que odio de este lugar es que todo está
dispuesto a ver el dolor ajeno con regocijo, pero cuando son ellos los que sufren,
lo ocultan, evaden el tema, como si eso borrara los golpes y moretones.
Como si siempre se pudiera ser feliz, como si el mal no
existiera.
Encerrados en sus castillos de cristal, cuando afuera la
gente mata por menos de la comida que compone uno de estos platos, pero como no
lo ven, no les importa.
Estoy cansado así que le sigo el juego.
—bien, ya sabes, dure poco, soy mejor en otras cosas—.tomo
su mano, se tapa la boca para disimular una sonrisa y asiente.
—en unas horas, deberemos pelear con el resto de tutores
para conseguir financiación para nuestros tributos—.le da un rápido mordisco,
luego lo golpea para separar las migajas.
—se llaman katniss y peeta, effie—.alargo su nombre
esperando que entiendan que son personas y no juguetes.
—Por supuesto katniss y peeta—.suelta una sonrisa nerviosa,
para ocultar su enojo, toma una copa de agua con gas. —brindo por ellos, por
qué logremos darles amas oportunidad de
sobrevivir—.levanto la mía y brindamos, cierro los ojos imaginando que es algo
más que agua y que el gas raspándome la garganta es otra cosa.
—…para que no sea tan aburrido, el espectáculo—.dice entre
diente y con una rápida sonrisa, cree que no la escuche.
Cojo una pierna de pavo con las manos y comienzo a comerlo,
solo por molestarla.
—usa los cubiertos, no eres un animal, por favor—.dice irritada
pero luego lo disimula en el por favor, sonrió, «para una persona que no es in
mute al ver a jóvenes derramando sus sangre y viseras, que esto le moleste es
ridículo.
Ella pasa el resto de lacena con pequeños temblores, trata
de disimularlo, con una carcajada por aquí un ademan por ella, pero sé que esta
tensa.
Me levanto de mi silla de acero y camino hacia ella, que se
lleva un poco de pescado a la boca, cuando estoy detrás suyo pongo mis manos
sobre sus hombros, se estremece y comienzo a masajearla.
—oh no tienes por qué hacer eso, puedo llamar a un avox—.me refuta,
ahogando un gemido, pero no le hago caso y sigo.
Sus músculos empiezan a ceder y una nerviosa risa comienza emana
de su largo cuello.
Sus manos sueltan los cubiertos de cristal y suben por el
mío hasta alcanzar mi rostro, lo hala hacia abajo con sutileza y fuerza.
Nuestros labios ser encuentra, yo llevo mis manos hasta su
cabello y comienzo a alborotarlo, empuja la silla, se levanta sin dejar de
besarme.
Mis brazos bajan hasta sus delgadas caderas, sujetándolas,
ella ríe.
—Sabes como desestresarme, cariño—.muerde mi labio y se
aleja tomándome de la mano, hacia nuestra despreocupada habitación.
Deja caer su bata, Sonrió.
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