RETO#34 FENRIR ENCENDIDO. |
FENRIR ENCENDIDO
RETO#34 EL LIBRO DEL ESCRITOR.
PREMISA: Escribe un relato de un animal como protagonista que actúa de narrador contando las costumbres raras que tienen los humanos.
FENRIR ENCENDIDO
Yo hijo de un dios, reducido a un miserable guardián, todo
sea por desencadenarme de estas cadenas, todo se por devorar a MR.COCH, el
bastardo que me contuvo, al que yo le arranque un brazo, gruño a la fina niebla
frente a mí, espantándola con el fuego que brota de mi ser, la delgada mujer
sigue durmiendo frente a mí, ha estado así desde hace día, no sé por qué le
temen tanto, o mejor dicho por que temían al ser que alguna vez fue.
—despierta holgazana, tienes que comer o tu cuerpo morirá—.le
escupo, no reacciona, comienzo a moverme hacia ella, el chirrido de las cadenas
resuena en la cueva, cuando estoy a un par de paso tose, tan pronto como abre
los ojos retrocede, temerosa.
— ¿Quién demonios eres?—.me suelta, bufo y me rio, me
sorprende que no lo sepa soy casi tan antiguo como las estrellas.
— ¿Quién eres tú?—.le reclamo, ella me mira confusa, se
rasca la barbilla, con su delgadas manos, siempre me he preguntado por qué los
humanos lo hacen, a lo mejor hay tienen el conocimiento, bostezo con fuerza,
para terminarme de despertar.
—Silvia—.me suelta de un rato, como si le costase saber su
propio nombre, «todos lo humanos, cambiaran al ser dañados», no lo sé, supongo
que no les daba tiempo para el beneficio de la duda, les arrancaba la cabeza, moliéndola
entre mis poderosas fusases y me daba un festín con sus calientes viseras.
La idea me pasa unos segundo por la mente, pero se me pasa después
de todo, la mujer frente a mi tiene tan poca carne, que sería a lo mucho una botana,
eso y que se me tiene prohibido dañarla.
La OIU ha sido bastante clara al respecto.
—entonces eres una especie de lobo de fuego o algo si—.dice retándome,
mientras se apoya en su delgadas piernas, parecen fideos, rio, ella me echa una
mirada asesina, otra rara costumbre de los humanos, prefieren herirse con palabras
en vez de arreglar las cosas a golpes, digo el que sobreviva a la lucha tendrá
la razón, después de todo los muertos no se quejan o te contradicen.
Yo lo sé bien, los destellos de los cientos de guerras en lo
que estados vienen a mí, dejo que fluyen como un manantial, que se trasforma en
rio, todo ese dolor, me regocija.
—cálmate, o incendiaras el lugar—.abro los ojos de golpe, ha
retrocedido, como mi llamas han crecido, toso y le muestro los dientes,
recordándome que hago esto por mi libertad.
—soy FENRIR hijo de
loki, miserable humana—.digo con orgullo, abre los ojos de golpes, como si
quisiera ver mejor las ideas que pasa frente a ella, «los humanos tendrán esa
habilidad», a veces me pregunto de donde nacen la mías, pero luego de darle un
par de vueltas me canso, a lo mucho que e llegado es que simplemente soy un eco
de algo más grande que yo, si es que existe, debe ser eso de otra forma como
podría pensar cosas tan complejas, cosas que vienen a mi como flechas,
conocimiento al que jamás podre evadir.
Sacudo la cabeza para botar esos pensamientos.
Prefiero concentrarme en los poco recuerdos felices que tuve
al lado de mi padre y de mi madre, de mis hermanos, éramos tan poderosos que
los mismo dioses se arrodillaban ante nosotros, tan poderosos que los dioses no
temían, fue al final ese poder que no separarían, no es visto a mi hermano
mayor en mucho tiempo, sé que mi hermana está bien dirigiendo el infierno, espero
que el pobre no pase frio en la profundidades del océano.
Su mano se acerca temerosa hacia mí. — ¿Estas herido?—.pregunta
condescendiente, le gruño no quiero la piedad de nadie, no soy un inútil, puedo
solo, le quito el cuerpo y acaricia el aire caliente.
La verdad es que las peleas con los osos de magma se han
vuelto más frecuente, la comida está escaseando y debemos competir, seguramente
vendrán cuando detecten el aroma de la
humana.
Espero que el aroma de las flores magenta logren suavizar y
si es posible esconder su aroma, ahora empiezan a florecen, llenando el valle
de un alfombra malva al mezclarse con el resto de vegetación.
Tengo una buena vista desde mi cueva, me guste ese regusto a
aire helado, me hace sentir vivo.
A la humana parece que no se está poniendo pálida y comienza
a frotar sus manos contra su cuerpo desnudo.
Nunca entenderán por que disidieron perder el pelaje, si lo
tuviera ahora estaría cómoda, como yo, me sacudo un poco.
Escupo una bolita de flama que comienza a levitar cerca de ella,
le veo retirarse. —cálmate, note quemara, tan solo te calentara—.le digo y
asiente deteniéndose y acercando sus palmas extendida hacia el fueguito,
comienza a sonreír, con sus perfectos y pequeños dientes.
Que resaltan sus ojos morados y su cabello verde en una coleta
que baja hasta su cadera.
—Entonces que hay para almorzar—.dice ella escueta y
apoyando sus manos sobre sus rodilla medio sentada en el aire, le miro
confundido, «los humanos y su obsesión con ser amables», si fuese una loba ya
me habría desgarrado la garganta por negarle el alimento o demorarme en este caso.
Comienzo a andar hacia el fondo de la cueva, con el
incesante eco de mis cadenas, recordándome contantemente mi derrota a mano de
ese bastardo, pero pronto volveré a estar de pie y vera mi poder.
Arranco con mis caninos un trozo de la cierva que descansa
sobre la plan roca, el frio ayuda a que se conserve, siento la sangre resbalar
por mi hocico y tengo que contenerme para no devorarla, después de todo es para
ella.
Cuando regreso, esta sentando cruzada de piernas,
conteniendo la flama entre sus brazos, su cara brilla de una forma graciosa por
esta.
Muevo la cabeza con fuerza, veo como lentamente la carne aterriza
cerca de ella, como su cara se tuerce en una mueca de asco.
—maldita, desagradecida—.le increpo.
—Puedes cocinarla, al menos no soy un animal como…—.se
planta antes de terminar la frase.
Otra de la cosas que no entiendo de los humanos, «si tienes
algo que decir dilo, sin contenerte», porque finalmente las palabras por sí
solas no matan.
Solo asiento, y lanzo un pequeña llamarada, mantengo el flujo
por un par de minutos, hasta que el olor a carne cocinada, me llega a la nariz,
entonces me paro, retrocedo un paso para que ella lo tome.
Lo hace, comienza a desmenuzar la pieza de carne, «come
demasiado lento», se lleva los trocitos de uno a uno a la boca, no sobreviviría
en una manada, allí solo sobreviven los más fuerte, pero en cierta manera es bueno,
porque te obligar a dar el máximo cada día,
a pelear como si tu vida dependiera de ello, por qué es así, sino peleas no
comes.
Me alejo, lentamente, hacia la cierva y comienzo a
destazarla con las patas, cuando tengo un buen trozo, comienzo a consumirlo de inmediato,
supongo que no eh perdió la costumbre, un par de segundos después los trozos de
carne a desaparecido.
Vuelvo a ella terminándome de limpiar la sangre en el hocico,
con mi lengua.
—Oye, disculpa por eso—.suelta bajito, como si sus palabras,
pudieran borrar las rocas de este lugar o tan solo su pensamiento.
—no te disculpa, no me sentí ofendido, se lo que soy, se quién
soy y estoy augusto con migo—.le suelto, sin mirarle.
Es una costumbre extraña, es decir para que disculparse después
de dañar a otro ser, es como si rompiese un plato y luego te disculpase con este,
no se volverá a rehacer, el daño ya está hecho.
Las heridas ya están abiertas.
Le doy la espalda, las cadenas tintinean, con mis pasos.
— ¿eh, y esas cadenas?—.dice escueta y algo confusa.
—Solo cadenas—.le respondo monótono, ocultando mi pesar.
—Entonces por qué no te la arrancas, tienes la fuerza para hacerlo—.agacho
la cabeza, lo he intentado pero fueron forjadas por los elfos, la única manera
de quitarla sería haciéndolas desaparecer.
—no puedo—.digo rápidamente y me alejo.
— ¿Por qué te las pusieron?—.sigue curiosa.
Supongo que la curiosidad es algo innato en lo humanos, pero
puede resultar peligroso o asta mortal, le suelto un gruñido.
—para contenerme, agradécelo o ya te abría roto el cuello—.digo
amenazante, se lo cree y comienza a temblar.
La verdad es que limitan mi poder, antes con solo calentar, hubiese
destruido toda la montaña, sin esfuerzo, ahora apenas logro hacer crepitare las
piedras, si pongo todo mi esfuerzo.
Los gruñidos y rugidos hacen eco en el valle y en la montañas,
hasta llegar a mi orejas que se yerguen de inmediato, Silvia sigue a los suyo,
sus sentidos no están tan desarrollados.
Los osos ya llegan.
Están a un kilómetro aproximadamente y acercándose.
Comienzo a olfatear el aire con fuerza, para saber cuántos son,
quito el aroma de la mujer y logro sentir a unos cinco osos de magma.
—Ve al fondo de la cueva—.le rodeno y ella me echa una
mirada de asombro y extrañeza.
— ¿Por qué?—.suelta al fin, secamente.
—vienen los oso de magma y te necesito viva, cosa que no
sucederán si ellos te devoran o destazan—.le suelto tensando los músculos y
acercándome a la salida de la cueva, le oigo adentrarse, sonrió.
Pero pronoto se borra, al verlo escalar la montaña, sus
pesadas garras se aferra y taladran la roca por el calor que emiten, cada uno
mide un tres metros, superándome por mucho, sin contar con su peso, que es puro
musculo.
Si tan solo no tuviera estas cadenas, que me contienen.
Conocerían mi dolor, conocerían su temor.
Dejo que eso me encienda, dejo que el odio, me vuelva fuerte,
mi rugido hace la nieve temblar.
Pronto los escucho responder, están acelerando el paso.
Me lanzo hacia ellos.
Yendo directo a su frondoso cuello, pero un manotazo me tira
al piso.
Trato de levantarme, pero siento el enorme peso sobre mi
cuerpo.
Pronto los golpes vienen de todas direcciones.
—Que pasa viejo, mordiste más de lo que puedes masticar—.sueltan
superior, burlones y roncamente, los bastardo que me golpean en grupo.
Pero esa es mi ventaja, sin saberlo acaba de firma su sentencia,
me dejo sentir el dolor de cada golpe, dejo que penetre y cale en mi huesos y músculos.
Dejo que me fortalezca.
Al principio es una pequeña llama, que alimento con todas
mis derrotas, con todo el dolor que tuve que soportar, con todo lo que tuve que
entrenar, no moriré así.
No moriré como un cobarde, de rodillas y siendo golpeado.
Abro los ojos de golpe y le levanto en peso.
Retroceden sorprendidos, mis flamas derriten la nieve y
hacen crepitar las rocas, que se quiebran en segundos.
Sacuden sus pesadas cabezas y vuelven a atacar en manada.
Pero es tarde, mis patas no corren, vuelan, veo sus pesados brazos pasando,
cortando mi piel, no me detengo, el dolor solo me hacer seguir con mas fuerza.
Vuelvo a sentir esa llama que había dejado apagarse, como si
las cadenas ya no me detuvieran.
Espero el momento resistiendo los golpes, contando en mi cabeza,
hasta que encuentro un espacio.
La pata de uno de ellos se levanta y el resto baja, salto
por la abertura, directo a su cuello desprotegido.
Lo próximo que siento, es el dulce sabor de su sangre en mi hocico.
Su blanco pelaje se tinta de la sangre de su hermano, salto
sobre su cuerpo que se demorona, sin importarme la pata mordida, o la heridas
que sangran en mi lomo.
Cuando toco el suelo, el dolor comienza a llegar, mi cuerpo
a temblar.
Veo esa boba y burlona sonrisa regresa a sus estúpidas
caras.
Le he dado ventaja, han visto mi debilidad, han visto mi
dolor.
—ESO ES TODO LO QUE TIENEN—.le suelto desafiante, creo que
se enojan, mi ojo empieza a cerrarse por los moretones, el otro aun ve bien,
siento la sangre bajando por mi dientes, es la mía.
Comienza a acercarse hacia mí a cuatro patas.
Vaya que los he enojado, sonrió.
«Vamos FENRIR por los viejos tiempos, una última pelea,
muere libre», obligo a mis patas a moverse hacia adelante.
Mi cuerpo choca contra uno de ellos, salgo despedido hacia
atrás.
Me levanto apenas y temblando, estoy jadeando, la sangre me está
llegando a los pulmones.
—déjenlo en paz—.grita la chica que intento proteger, pronto
voltean, intento saltar y morderles, pero me apartan con un sola pata.
Ya no les importó, van a por ella.
—CORRE—.le grito y comienza a hacerlo, sin importarle ir descalza
por la nieve, la misma que comienza a enfriarme.
«Si tan solo no tuviera estas cadenas».
Los oso se alejan a cincuenta metros de mí, la están alcanzando,
pongo mis patas una a la ves, tratando de acelerar, pro sigo contenido.
Caigo de bruces, por el agotamiento, la escucho gritar.
Pero algo me distrae, siento como si un incendio se desatara
en mi interior, pero eso es imposible sigo encadenado.
Entonces por qué no siento el peso de la opresión.
Me levanto de golpe, no que sucede pero se han ido, en un
movimiento rompo el aire y golpeo con fuerza a los bastados, sus cuerpos ruedan
colina abajo.
Silvia es acurrucada contra un árbol, aun respira, no tiene
heridas mayores hasta donde veo y las que tienen están sanando.
Es la primera vez que veo aun humano hacer eso.
Si todos pudieran hacerlo sería más divertido haber peleado
con ellos.
—Quédate aquí—.le digo conteniendo el aliento, para no quemarla,
ella asiente.
—tu cadenas ya no están.
Sus rugidos, lleno de odio, me hacen voltear, están
corriendo a velocidad, derritiendo el suelo bajo su patas, están enojados.
—Ponte detrás de mí—.le pido, lo hace caminando torpemente,
logro ver una gran herida a través de su pierna, con el hueso expuesto, que
pronto se vuelve a soldar.
—dieron una buena pelea, que sus almas alcancen la paz,
guerreros—.suelto en un pequeña oración, mirándoles, mientras la llamas salen a
velocidad.
Rujo y un mar de fuego inunda toda la ladera de la montaña,
que tiembla, cuando el suelo se quiebra.
No sufren, sus cuerpo se vuelven cenizas de inmediato, la
pelea ha acabado.
Solo entonces el dolor vuelve a golpearme, esta vez con
todas sus fuerzas, es verdad que recupere mi poder, pero mi cuerpo no se cura,
como el de esa humana, a pesar de que me esfuerzo, caigo de bruces, mi visión
se apaga, me desmayo
Veo a mi padre a lo lejos, de pie contra los soles y de nuevo soy un cachorro, no el viejo y
golpeado lobo que acaba de pelear con los osos de lava, se gira y me sonríe, me
lanzo a sus brazos, siento su piel contra mi pelaje.
—padre, donde has estado—.suelto con una vocecita, que apenas
crece por encima del aire, lleno de la fragancia a flores.
—lejos muchacho, tuve que macharme para que puedan sobrevivir,
tú y tus hermanos—.dice comprensivo.
— ¿Cómo están ellos?, hace mucho que no les veo—.suelto rápidamente.
—ellos están bien, son fuertes igual que tú, porque viniste
hasta aquí, aún no ha llegado tu momento—.me reprocha.
—no lo sé, había terminado de pelear y me desmaye, luego aparecí
aquí—.digo excusándome.
—No quiero irme de aquí, te extraño padre—.le suelto sin
poder contener las lágrimas.
—Aun tienes que pelear, no puedes morir, no así, después de
todo el entrenamiento, después de todo el dolor por superarte—.dice acariciando
mi cabeza con dulzura.
Levanto la cabeza, quiero mantener su rostro cerca de mí,
quiero retener su imagen, le miro hasta que se vuelve borroso, hasta que todo
queda oscuro.
—despierta holgazán—grita Silvia.
Abro un ojo y luego el otro, estamos dentro de la cueva, a
mi alrededor hay sangre, seguramente la mía.
— ¿Qué sucedió?—.pregunto torpemente.
—ah, es que estabas soñando y llorando creo—.dice burlona.
—no tonta, conmigo, con mis heridas—.le digo ansioso.
—oh, eso te cure, sabes resulta que tengo el poder de
cambiar la cosas—.si estuviera de pie y no sobre la roca algo fría, ladearía la
cabeza, peor mis ojos hacen el trabajo, de comunicar mi desconcierto.
—lo sé, aún estoy terminando de entenderlo, al parecer la
OIU hiso algo con mi memoria—.dice escueta.—pero quédate con que logre curarte y
además quitarte las cadenas—me sonríe, le devuelvo el gesto.
FENRIR ENCENDIDO
Yo hijo de un dios, reducido a un miserable guardián, todo
sea por desencadenarme de estas cadenas, todo se por devorar a MR.COCH, el
bastardo que me contuvo, al que yo le arranque un brazo, gruño a la fina niebla
frente a mí, espantándola con el fuego que brota de mi ser, la delgada mujer
sigue durmiendo frente a mí, ha estado así desde hace día, no sé por qué le
temen tanto, o mejor dicho por que temían al ser que alguna vez fue.
—despierta holgazana, tienes que comer o tu cuerpo morirá—.le
escupo, no reacciona, comienzo a moverme hacia ella, el chirrido de las cadenas
resuena en la cueva, cuando estoy a un par de paso tose, tan pronto como abre
los ojos retrocede, temerosa.
— ¿Quién demonios eres?—.me suelta, bufo y me rio, me
sorprende que no lo sepa soy casi tan antiguo como las estrellas.
— ¿Quién eres tú?—.le reclamo, ella me mira confusa, se
rasca la barbilla, con su delgadas manos, siempre me he preguntado por qué los
humanos lo hacen, a lo mejor hay tienen el conocimiento, bostezo con fuerza,
para terminarme de despertar.
—Silvia—.me suelta de un rato, como si le costase saber su
propio nombre, «todos lo humanos, cambiaran al ser dañados», no lo sé, supongo
que no les daba tiempo para el beneficio de la duda, les arrancaba la cabeza, moliéndola
entre mis poderosas fusases y me daba un festín con sus calientes viseras.
La idea me pasa unos segundo por la mente, pero se me pasa después
de todo, la mujer frente a mi tiene tan poca carne, que sería a lo mucho una botana,
eso y que se me tiene prohibido dañarla.
La OIU ha sido bastante clara al respecto.
—entonces eres una especie de lobo de fuego o algo si—.dice retándome,
mientras se apoya en su delgadas piernas, parecen fideos, rio, ella me echa una
mirada asesina, otra rara costumbre de los humanos, prefieren herirse con palabras
en vez de arreglar las cosas a golpes, digo el que sobreviva a la lucha tendrá
la razón, después de todo los muertos no se quejan o te contradicen.
Yo lo sé bien, los destellos de los cientos de guerras en lo
que estados vienen a mí, dejo que fluyen como un manantial, que se trasforma en
rio, todo ese dolor, me regocija.
—cálmate, o incendiaras el lugar—.abro los ojos de golpe, ha
retrocedido, como mi llamas han crecido, toso y le muestro los dientes,
recordándome que hago esto por mi libertad.
—soy FENRIR hijo de
loki, miserable humana—.digo con orgullo, abre los ojos de golpes, como si
quisiera ver mejor las ideas que pasa frente a ella, «los humanos tendrán esa
habilidad», a veces me pregunto de donde nacen la mías, pero luego de darle un
par de vueltas me canso, a lo mucho que e llegado es que simplemente soy un eco
de algo más grande que yo, si es que existe, debe ser eso de otra forma como
podría pensar cosas tan complejas, cosas que vienen a mi como flechas,
conocimiento al que jamás podre evadir.
Sacudo la cabeza para botar esos pensamientos.
Prefiero concentrarme en los poco recuerdos felices que tuve
al lado de mi padre y de mi madre, de mis hermanos, éramos tan poderosos que
los mismo dioses se arrodillaban ante nosotros, tan poderosos que los dioses no
temían, fue al final ese poder que no separarían, no es visto a mi hermano
mayor en mucho tiempo, sé que mi hermana está bien dirigiendo el infierno, espero
que el pobre no pase frio en la profundidades del océano.
Su mano se acerca temerosa hacia mí. — ¿Estas herido?—.pregunta
condescendiente, le gruño no quiero la piedad de nadie, no soy un inútil, puedo
solo, le quito el cuerpo y acaricia el aire caliente.
La verdad es que las peleas con los osos de magma se han
vuelto más frecuente, la comida está escaseando y debemos competir, seguramente
vendrán cuando detecten el aroma de la
humana.
Espero que el aroma de las flores magenta logren suavizar y
si es posible esconder su aroma, ahora empiezan a florecen, llenando el valle
de un alfombra malva al mezclarse con el resto de vegetación.
Tengo una buena vista desde mi cueva, me guste ese regusto a
aire helado, me hace sentir vivo.
A la humana parece que no se está poniendo pálida y comienza
a frotar sus manos contra su cuerpo desnudo.
Nunca entenderán por que disidieron perder el pelaje, si lo
tuviera ahora estaría cómoda, como yo, me sacudo un poco.
Escupo una bolita de flama que comienza a levitar cerca de ella,
le veo retirarse. —cálmate, note quemara, tan solo te calentara—.le digo y
asiente deteniéndose y acercando sus palmas extendida hacia el fueguito,
comienza a sonreír, con sus perfectos y pequeños dientes.
Que resaltan sus ojos morados y su cabello verde en una coleta
que baja hasta su cadera.
—Entonces que hay para almorzar—.dice ella escueta y
apoyando sus manos sobre sus rodilla medio sentada en el aire, le miro
confundido, «los humanos y su obsesión con ser amables», si fuese una loba ya
me habría desgarrado la garganta por negarle el alimento o demorarme en este caso.
Comienzo a andar hacia el fondo de la cueva, con el
incesante eco de mis cadenas, recordándome contantemente mi derrota a mano de
ese bastardo, pero pronto volveré a estar de pie y vera mi poder.
Arranco con mis caninos un trozo de la cierva que descansa
sobre la plan roca, el frio ayuda a que se conserve, siento la sangre resbalar
por mi hocico y tengo que contenerme para no devorarla, después de todo es para
ella.
Cuando regreso, esta sentando cruzada de piernas,
conteniendo la flama entre sus brazos, su cara brilla de una forma graciosa por
esta.
Muevo la cabeza con fuerza, veo como lentamente la carne aterriza
cerca de ella, como su cara se tuerce en una mueca de asco.
—maldita, desagradecida—.le increpo.
—Puedes cocinarla, al menos no soy un animal como…—.se
planta antes de terminar la frase.
Otra de la cosas que no entiendo de los humanos, «si tienes
algo que decir dilo, sin contenerte», porque finalmente las palabras por sí
solas no matan.
Solo asiento, y lanzo un pequeña llamarada, mantengo el flujo
por un par de minutos, hasta que el olor a carne cocinada, me llega a la nariz,
entonces me paro, retrocedo un paso para que ella lo tome.
Lo hace, comienza a desmenuzar la pieza de carne, «come
demasiado lento», se lleva los trocitos de uno a uno a la boca, no sobreviviría
en una manada, allí solo sobreviven los más fuerte, pero en cierta manera es bueno,
porque te obligar a dar el máximo cada día,
a pelear como si tu vida dependiera de ello, por qué es así, sino peleas no
comes.
Me alejo, lentamente, hacia la cierva y comienzo a
destazarla con las patas, cuando tengo un buen trozo, comienzo a consumirlo de inmediato,
supongo que no eh perdió la costumbre, un par de segundos después los trozos de
carne a desaparecido.
Vuelvo a ella terminándome de limpiar la sangre en el hocico,
con mi lengua.
—Oye, disculpa por eso—.suelta bajito, como si sus palabras,
pudieran borrar las rocas de este lugar o tan solo su pensamiento.
—no te disculpa, no me sentí ofendido, se lo que soy, se quién
soy y estoy augusto con migo—.le suelto, sin mirarle.
Es una costumbre extraña, es decir para que disculparse después
de dañar a otro ser, es como si rompiese un plato y luego te disculpase con este,
no se volverá a rehacer, el daño ya está hecho.
Las heridas ya están abiertas.
Le doy la espalda, las cadenas tintinean, con mis pasos.
— ¿eh, y esas cadenas?—.dice escueta y algo confusa.
—Solo cadenas—.le respondo monótono, ocultando mi pesar.
—Entonces por qué no te la arrancas, tienes la fuerza para hacerlo—.agacho
la cabeza, lo he intentado pero fueron forjadas por los elfos, la única manera
de quitarla sería haciéndolas desaparecer.
—no puedo—.digo rápidamente y me alejo.
— ¿Por qué te las pusieron?—.sigue curiosa.
Supongo que la curiosidad es algo innato en lo humanos, pero
puede resultar peligroso o asta mortal, le suelto un gruñido.
—para contenerme, agradécelo o ya te abría roto el cuello—.digo
amenazante, se lo cree y comienza a temblar.
La verdad es que limitan mi poder, antes con solo calentar, hubiese
destruido toda la montaña, sin esfuerzo, ahora apenas logro hacer crepitare las
piedras, si pongo todo mi esfuerzo.
Los gruñidos y rugidos hacen eco en el valle y en la montañas,
hasta llegar a mi orejas que se yerguen de inmediato, Silvia sigue a los suyo,
sus sentidos no están tan desarrollados.
Los osos ya llegan.
Están a un kilómetro aproximadamente y acercándose.
Comienzo a olfatear el aire con fuerza, para saber cuántos son,
quito el aroma de la mujer y logro sentir a unos cinco osos de magma.
—Ve al fondo de la cueva—.le rodeno y ella me echa una
mirada de asombro y extrañeza.
— ¿Por qué?—.suelta al fin, secamente.
—vienen los oso de magma y te necesito viva, cosa que no
sucederán si ellos te devoran o destazan—.le suelto tensando los músculos y
acercándome a la salida de la cueva, le oigo adentrarse, sonrió.
Pero pronoto se borra, al verlo escalar la montaña, sus
pesadas garras se aferra y taladran la roca por el calor que emiten, cada uno
mide un tres metros, superándome por mucho, sin contar con su peso, que es puro
musculo.
Si tan solo no tuviera estas cadenas, que me contienen.
Conocerían mi dolor, conocerían su temor.
Dejo que eso me encienda, dejo que el odio, me vuelva fuerte,
mi rugido hace la nieve temblar.
Pronto los escucho responder, están acelerando el paso.
Me lanzo hacia ellos.
Yendo directo a su frondoso cuello, pero un manotazo me tira
al piso.
Trato de levantarme, pero siento el enorme peso sobre mi
cuerpo.
Pronto los golpes vienen de todas direcciones.
—Que pasa viejo, mordiste más de lo que puedes masticar—.sueltan
superior, burlones y roncamente, los bastardo que me golpean en grupo.
Pero esa es mi ventaja, sin saberlo acaba de firma su sentencia,
me dejo sentir el dolor de cada golpe, dejo que penetre y cale en mi huesos y músculos.
Dejo que me fortalezca.
Al principio es una pequeña llama, que alimento con todas
mis derrotas, con todo el dolor que tuve que soportar, con todo lo que tuve que
entrenar, no moriré así.
No moriré como un cobarde, de rodillas y siendo golpeado.
Abro los ojos de golpe y le levanto en peso.
Retroceden sorprendidos, mis flamas derriten la nieve y
hacen crepitar las rocas, que se quiebran en segundos.
Sacuden sus pesadas cabezas y vuelven a atacar en manada.
Pero es tarde, mis patas no corren, vuelan, veo sus pesados brazos pasando,
cortando mi piel, no me detengo, el dolor solo me hacer seguir con mas fuerza.
Vuelvo a sentir esa llama que había dejado apagarse, como si
las cadenas ya no me detuvieran.
Espero el momento resistiendo los golpes, contando en mi cabeza,
hasta que encuentro un espacio.
La pata de uno de ellos se levanta y el resto baja, salto
por la abertura, directo a su cuello desprotegido.
Lo próximo que siento, es el dulce sabor de su sangre en mi hocico.
Su blanco pelaje se tinta de la sangre de su hermano, salto
sobre su cuerpo que se demorona, sin importarme la pata mordida, o la heridas
que sangran en mi lomo.
Cuando toco el suelo, el dolor comienza a llegar, mi cuerpo
a temblar.
Veo esa boba y burlona sonrisa regresa a sus estúpidas
caras.
Le he dado ventaja, han visto mi debilidad, han visto mi
dolor.
—ESO ES TODO LO QUE TIENEN—.le suelto desafiante, creo que
se enojan, mi ojo empieza a cerrarse por los moretones, el otro aun ve bien,
siento la sangre bajando por mi dientes, es la mía.
Comienza a acercarse hacia mí a cuatro patas.
Vaya que los he enojado, sonrió.
«Vamos FENRIR por los viejos tiempos, una última pelea,
muere libre», obligo a mis patas a moverse hacia adelante.
Mi cuerpo choca contra uno de ellos, salgo despedido hacia
atrás.
Me levanto apenas y temblando, estoy jadeando, la sangre me está
llegando a los pulmones.
—déjenlo en paz—.grita la chica que intento proteger, pronto
voltean, intento saltar y morderles, pero me apartan con un sola pata.
Ya no les importó, van a por ella.
—CORRE—.le grito y comienza a hacerlo, sin importarle ir descalza
por la nieve, la misma que comienza a enfriarme.
«Si tan solo no tuviera estas cadenas».
Los oso se alejan a cincuenta metros de mí, la están alcanzando,
pongo mis patas una a la ves, tratando de acelerar, pro sigo contenido.
Caigo de bruces, por el agotamiento, la escucho gritar.
Pero algo me distrae, siento como si un incendio se desatara
en mi interior, pero eso es imposible sigo encadenado.
Entonces por qué no siento el peso de la opresión.
Me levanto de golpe, no que sucede pero se han ido, en un
movimiento rompo el aire y golpeo con fuerza a los bastados, sus cuerpos ruedan
colina abajo.
Silvia es acurrucada contra un árbol, aun respira, no tiene
heridas mayores hasta donde veo y las que tienen están sanando.
Es la primera vez que veo aun humano hacer eso.
Si todos pudieran hacerlo sería más divertido haber peleado
con ellos.
—Quédate aquí—.le digo conteniendo el aliento, para no quemarla,
ella asiente.
—tu cadenas ya no están.
Sus rugidos, lleno de odio, me hacen voltear, están
corriendo a velocidad, derritiendo el suelo bajo su patas, están enojados.
—Ponte detrás de mí—.le pido, lo hace caminando torpemente,
logro ver una gran herida a través de su pierna, con el hueso expuesto, que
pronto se vuelve a soldar.
—dieron una buena pelea, que sus almas alcancen la paz,
guerreros—.suelto en un pequeña oración, mirándoles, mientras la llamas salen a
velocidad.
Rujo y un mar de fuego inunda toda la ladera de la montaña,
que tiembla, cuando el suelo se quiebra.
No sufren, sus cuerpo se vuelven cenizas de inmediato, la
pelea ha acabado.
Solo entonces el dolor vuelve a golpearme, esta vez con
todas sus fuerzas, es verdad que recupere mi poder, pero mi cuerpo no se cura,
como el de esa humana, a pesar de que me esfuerzo, caigo de bruces, mi visión
se apaga, me desmayo
Veo a mi padre a lo lejos, de pie contra los soles y de nuevo soy un cachorro, no el viejo y
golpeado lobo que acaba de pelear con los osos de lava, se gira y me sonríe, me
lanzo a sus brazos, siento su piel contra mi pelaje.
—padre, donde has estado—.suelto con una vocecita, que apenas
crece por encima del aire, lleno de la fragancia a flores.
—lejos muchacho, tuve que macharme para que puedan sobrevivir,
tú y tus hermanos—.dice comprensivo.
— ¿Cómo están ellos?, hace mucho que no les veo—.suelto rápidamente.
—ellos están bien, son fuertes igual que tú, porque viniste
hasta aquí, aún no ha llegado tu momento—.me reprocha.
—no lo sé, había terminado de pelear y me desmaye, luego aparecí
aquí—.digo excusándome.
—No quiero irme de aquí, te extraño padre—.le suelto sin
poder contener las lágrimas.
—Aun tienes que pelear, no puedes morir, no así, después de
todo el entrenamiento, después de todo el dolor por superarte—.dice acariciando
mi cabeza con dulzura.
Levanto la cabeza, quiero mantener su rostro cerca de mí,
quiero retener su imagen, le miro hasta que se vuelve borroso, hasta que todo
queda oscuro.
—despierta holgazán—grita Silvia.
Abro un ojo y luego el otro, estamos dentro de la cueva, a
mi alrededor hay sangre, seguramente la mía.
— ¿Qué sucedió?—.pregunto torpemente.
—ah, es que estabas soñando y llorando creo—.dice burlona.
—no tonta, conmigo, con mis heridas—.le digo ansioso.
—oh, eso te cure, sabes resulta que tengo el poder de
cambiar la cosas—.si estuviera de pie y no sobre la roca algo fría, ladearía la
cabeza, peor mis ojos hacen el trabajo, de comunicar mi desconcierto.
—lo sé, aún estoy terminando de entenderlo, al parecer la
OIU hiso algo con mi memoria—.dice escueta.—pero quédate con que logre curarte y
además quitarte las cadenas—me sonríe, le devuelvo el gesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
HOLA;RECUERDA:comentar siempre con respeto y compostura;así estaré encantado de leerte :)