SILVIA
AUSENTE
RETO#7 EL LIBRO DELE ESCRITOR.
PREMISA: Da voz a los recuerdos y ofrece una solución en forma de historia para un personaje que pierde la memoria cada día.
SILVIA AUSENTE
Siento, el cálido aire, mientras Sara empuja la silla de
ruedas por el largo y blanco corredor, apenas empiezo a sentir mis piernas,
como si hubiera nacido ayer, ella tiene cuatro brazos y aunque su mirada es
dura, en realidad es amable.
Peor no estoy segura, después de todo mi recuerdo más
antiguo es de hace minutos, donde ella se acercaba a mi cama y se presentaba.
Recuerdo asustarme cuando la vi, era del doble de mi
estatura casi tres metros y de figura fornida, aunque no era la primera vez que
veía a un no humano, pero nunca había visto a alguien de su especie.
Hasta donde se su especie era un mito, contado a los niños
para que le teman a la oscuridad.
Claro que ahora entiendo que no era un mito, igual que antes
sabía que no era el más tenebroso de estos.
Ella se para frente a las puertas dobles blanca, cuya
ventanas recubierta s de malla y cristal, dejan ver el cielo grisáceo del otro
lado.
Las empuja con el par superior de brazos, mientras me empuja
con el inferior.
Pronto la silla ofrece mayor resistencia, por que pasamos
del concreto hacia la negra arena, pero es insignificante par asara que sigue
como si nada.
Alguien debió decirle que me gustaba ir a la playa.
Recuerdo hacerlo, pero en fue un lugar diferente a este, las
aguas eran cristalinas, no naranja chillón, el cielo era azul y con nubes blanca,
no despejado y gris.
No había grandes acantilados, mientras logro ver con el
rabillo del ojo lo que parece una enorme pared de roca extendida hasta donde alcanza
mi vista.
Sobre todo no me gustaba venir sola.
No recuerdo tampoco enorme aves o serán dinosaurios,
sobrevolando.
Cierro los ojos y siento la fría brisa del mar, siento las
gaviotas.
“—tontita; sabes que los dinosaurios se extinguieron hace millones
de año.
—no te rías de mí, viejito.”
Abro los ojos de golpe que ha sido eso.
Un recuerdo pero de qué.
—Sara eh tenido un recuerdo, vi a un hombre mayor, de
bonitos ojos oscuros—.digo levantando la cabeza.
—oh, señorita, solo es un efecto secundario de la medicación
que toma, le pediré a su médico asignado que verifique su receta—.asiento, «si
eso debe ser, después de todo solo conozco este lugar».
—podemos regresar me está dando frio—.le pido y me cierro la
bata, no la veo asentir, pero la silla da vuelta sobre sí.
Estoy a suficiente distancia para ver que el centro esta
incrustado en el acantilado.
Regresamos por el largo corredor, lleno de puertas, todas cerradas,
lo único que les diferencia es un cartelito plateado con la letra S acompañada
de un número que comienza en el uno y sigue después de mi habitación con la
placa: “S 21”.
Solo que las habitaciones que siguen, tienen las puertas
abiertas.
—Sara, que son esos números—.digo mientras ella me levanta y
pone sobre la cama, empiezo a sentir los dedos, eso es un avance.
—Las veces que he contado la historia que ahora te voy a
contar—.me guiña uno de sus cuatro verdes ojos.
—pero debes prestar atención, al final te hare una pregunta—.dice
con seriedad.
—qué pasa si no la contesto—.pregunto curiosa.
—entonces, contare la historia una vez más, en la próxima
habitación—.dice con tristeza, demasiada para ser solo por repetir una historia.
Levanta las barandas de la cama «como si pudiera escaparme».
y me da mis pastillas, no me duermen, pero me relajan.
Hace mucho tiempo cuando los primeros planetas nacían, ya
existía una especie que gobernaba con puño de hierro.
LOS REPTILIS soberanos del cosmos.
Pero como todo la felicidad no podía se eterna y una azarosa
vino de lugar menos pensando, de la casta superior guardianes de la formula del
fruto del conocimiento, reservado solo para especie reptilis.
Esa era la fuente de su sabiduría casi omnisciente, cuando
una reptilis nacía era como un jarrón vacío, esperando a ser llenado, se le
daba de comer y se colmaba de sabiduría, para acompañar a sus hermanos y
hermanas en la supervisión del resto de especies inferiores.
A esa traidora se le asigno supervisar una especie que
apenas empezaba a dar sus primeros pasos, conocida como la especie humana.
Apenas habían dado un salto evolutivo, cuando ella les vio y
sintió compasión—.Sara escupe es palabra con odio y repugnancia.
Ya que solo quedaban menos de dos mil representantes de la especie,
en vez de seguir el orden suprema de no interferir con especie que no hayan
alcanzado el grado de colonización espacial.
Ser simplemente una observadora de su cruel pero necesaria extinción
para dar espacio a otra especie talvez mejor preparada para el hostil mundo que
habitaban.
Desobedeció y bajo del espacio, hacia uno de los pocos
poblados que quedaban, era un invierno perpetuo y el frio le arrebataba lentamente
sus miserables e innecesarias vidas—.dice con un sonrisa maliciosa.
Aunque apenas empezaba a entender el enorme alcance de sus poderes,
fue capaz de hacer aparecer frente a ella al único humano de ojos morados que
existía.
—de qué color son mi ojos Sara—.pregunto con la curiosidad
de un niño que ve por primera vez el mundo que le rodea.
—de color malva al parecer—.dice con una sonrisa fingida.
«No sé qué quiere decir esa palabra, seguro son diferente a
lo de aquel hombre».
Ella trono los dedos y el conocimiento de ese mundo estuvo
en su mente.
Pasaron los años y ella se mantuvo a distancia observando
desde el vacío del espacio, como aquel hombre se convertía en líder de todas las
aldeas, como su número se multiplicaba con avidez.
La especie humana, había superado la primera de muchas
oportunidades de extinción.
Pero ella nunca pudo dejar atrás ese sentimiento de misericordia,
esa estúpida idea de que era su deber preservarles y ayudarles.
Así cada vez que se acercaba el tiempo de enfrentar una
nueva oportunidad de extinción, ella dotaba del conocimiento necesario a un humano
de ojos morados.
Conforme esa especie se fue desarrollando y creciendo en
conocimiento.
Se negó a que se le asigne otro mundo y ya que los reptilis
no podían morir de causas naturales y sumado a su poder era prácticamente inmortal,
sería su perpetua protectora.
Pero la gota que colmó el vaso, fue en su última intromisión,
los humanos habían atravesado con su apoyo una aniquilación segura.
Rompió la regla dorada del consejo supremo, procrear con
otro especie.
Cuando su casta y los regentes se enteraron, mandaron a apresarle,
para ser juzgada justamente.
Pero ella sabía perfectamente que la matarían, con la daga
del infinito, cuyas parte fueron repartidas entre los miembros del consejo regente,
ya que era lo único capaz de matar a un reptilis.
Desgarrando la realidad mismas, para borrar su pecaminosa existencia.
Huyo por siglos, pero finalmente le hallaron en un planeta desolado,
junto al insignificante humano con el que peco.
Su bastarda descendencia producto de esa transgresión, que
en ese punto ya era una mujer hibrida, la delataba su verde cabello, signo
indiscutible de atendencia regente.
Los seres oscuros acribillaron al padre y lo dejaron
pudriéndose en ese desolado mundo.
En un acto de desesperación y cobardía, abandono a la humana
y huyo, aun esta prófuga.
— ¿Qué le sucedió a la mujer?—.pregunto, mientras ella se
pone de pie.
—eso no importa cariño—sonríe—.lo único que importa es que
responda mi pregunta.
—estuviste atenta—.asiento.
— ¿Quién eres?—.arqueo las cejas, tratando de buscar algo, «nada
mi mente es en blanco».
— ¿Quién eres?—.extiende un par de brazos hacia mí, y coloca
su peso sobre ellos, mientras cierra sus manos sobre mi pecho y sostiene una
inyección con la mano libre.
— ¡BASTA, SARA, ME DUELE!—.le grito, pero solo veo su
sonrisa malévola, aprieta con más fuerza, me cuesta respirar.
Empiezo a sacudirme y patalear con todos mis fuerzas, pero
sigue firme sobre mí.
—Veo que tenemos una luchadora—.dice con sarcasmo y
superioridad. —son mis preferidas—.se lame los labios.
Rasguño y muerdo su fornido par de brazos, mientras la
jeringa se acerca a mi cuello, no parece afectarle.
— ¿QUIEN ERES?—.me grita, siento la aguja penetrando mi vena,
el aire escapando de mis pulmones, mi visión oscureciéndose.
Reúno todas mis fuerzas y grito, la idea que taladra mi
mente. —SOY SILVIA—.saca la aguja y me suelta.
—Buena chica—dice acariciando mi corto cabello con una mano,
estoy temblando.
Empujó su mano con ambos brazos, se enoja y me abofetea con
fuerza, agradezco lo barandales, que me detienen de golpe o hubiese caído al
piso.
—no soy mala, linda, ya lo entenderás, te daré tiempo para
que te calme—. Pasa un dedo entre mis labios, sonriéndome lentamente, luego
pasa su mano por mi mejilla enrojecida, me suelta una mirada asesina y retrae
los brazos.
Ciento sus pasos alejarse y la puerta cerrarse con fuerza.
Me sobo la cara.
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