15 de febrero de 2017

SILVIA Y LOS MUTANTES;RETO#2 EL LIBRO DEL ESCRITOR.

RETO#2 SILVIA Y LOS MUTANTES.


SILVIA Y LOS MUTANTES


Reto#2 EL LIBRO DEL ESCRITOR.


PREMISA: Describe una escena sensual con una pareja que termina desnuda en la barra de un bar.


SILVIA Y LOS MUTANTES


Doy un paso hacia delante, antes de atravesar el umbral doy un último vistazo a lo que solía ser mi casa y al ser de apariencia reptil.

Que resulta ser la reina de una especia multidimensional de la que no tenía idea hasta hoy el primer día del nuevo año.

Pero parece que ella si tenía idea de cincuenta y dos dimensiones, contando con todo lo que había en su interior, incluyéndome, pero la idea de que exista otras versiones de mí.
Me emociona lo suficiente, atravieso la puerta.

Pronto el aire frío, cala  mis huesos, estoy en medio de una calle alumbrada, escucho la puerta cerrase tras de mí, cuando volteo me encuentro con una pared llena de grafitis dicen en diferente tamaño: “cuidado con caer en los baches”.

La toco buscando alguna rendija, pero nada es sólida.

—la próxima puerta se abrirá cuando cumplas tu reto—.escucho su voz salir de un punto desconocido a mi alrededor.

Me llevo las manos a los bolsillos, una camisa manga corta y un pantalón de algodón no es la mejor elección para este frio, ni que decir de mis pies que empiezan a congelarse.

Camino para entra en calor, hacia la hacer de enfrente, saltando los enormes baches en el asfalto, un cartel se extiende desde el suelo dice: “ciudadano recuerda buscar refugio antes que caiga la noche por que…”; no alcanzo a leer el resto de mensaje que se pierde en la oscuridad del rascacielos.

Ya es de noche.

Sien to el suelo temblar levemente, y antes de atinar  a quitarme, veo una multitud correr, en mi dirección, me rodea y mueven un par de metros a pesar que trato de mantenerme firme, finalmente el último hombre pasa de mí.

Pero se planta a un par de pasos.

Lleva un gorro de tela verde y morado, su piel morena resalta sus ojos verdes.—QUE HACE PARADO HAY, VIEJO ESTUPIDO—.me grita, mira el rolex en su muñeca y se pasa las manos por su costoso traje.—son las nueve de la noche, ¿tienes tu pase?.

Tarto de articular un palabra, pero hace un ademan, como diciéndome tío estas jodido y se marcha con prisa por la acera, para luego empezar a correr, a quien sabe dónde.

Estoy con lo brazos obre la cabeza, de que carajos huía toda esa gente y de que maldito pase me hablaba aquel hombre, pero lo cierto es lo que en verdad me preocupada, era la extraña sensación recorriéndome la espalda como si algo me asechase.

Me giro sobre mí y no veo nada, salvo un pequeño movimiento.

Finalmente decido entrar al edificio que tiene la propaganda, empujo las puertas de cristal y camino hacia el vestíbulo.

Es un espacio reducido, pero lo compensa proyectándose hacia arriba talvez que tres pisos
El suelo es del mármol, con bonitos diseños, que sigo con la mirada, hasta cortarse abruptamente, en un enorme hoyo en el centro de la habitación, un poco más grande que los de afuera.

Mal tapado con mobiliarios, esta gente es tonta en vez de usar concretos u hormigón le pone muebles carísimos los agujeros, entre ellos una mesita repujada bellamente y un par de sofás de cuero negro.

«Haber paco, ya no está en tu realidad. —respiro profundamente—.a lo mejor así arreglan los baches aquí».

Camino rodeando el agujero, hasta la recepción, hay una campanita en el aparador, la toco un par de veces, el sonido hace eco en el techo alto.

No espero mucho, segundos después sale como si viviese debajo del mueble, un hombre medianamente calvo y de ojos oscuros «maldita sea soy yo, bueno otra versión de mí, pero eso es imposible me refiero a encontrarme con otro yo, seguramente es obra de mi autoritaria y escamosa supervisora».

Aparto la idea, cuando comienza a apuntarme con una escopeta. — ¿ERES HUMANO?—.me grita y mueve la escopeta con nerviosismo.

Recuerdo cuando me pongo nervioso y lo volátil que me vuelvo, así que trato de calmarlo. —tranquilo hombre, claro que soy humano—.esperando que sea la respuesta correcta.
—Quiero pruebas—lleva una mano por debajo del mueble, mientras recuesta la culta en su hombro para no dejar de apuntarme.

Cuando la levanta, lleva una cajita rectangular de un metal que desconozco, lo poner sobre la barra que nos separa, emite una tenue luz parece un lector de huellas.

—pon tu mano hay y NO INTENTES TRANSFORMARTE O TE DISPARO—. «Las cosas parecen estar Jodida en esta realidad»; vuelve a apuntarme con ambas manos sobre el arma.

Levanto mi mano lentamente, para evitar cualquier estupidez por parte de mí, bueno de mi otro mí que tengo al frente, coloco la mano sobre el lector, esta suelta un pitido, que le hace sujetar el arma con fuerza.

Me obligo a no apartar la mano, cuando el pitido cesa es reemplazado por un vos robótica que dice: “CONFIRMADO: ES HUMANO”; eso parece relajarlo, porque baja el arma y se seca la frente con la otra mano.

—hombre, siento haber tenido que apuntarte, pero es raro ver a gente a esta horas, ya sabes por lo del toque de queda y los mutantes.

Muevo la cabeza hacia un lado en señal de desentendimiento.

—no debes de aquí, bueno ya abra tiempo primero debemos refugiarnos—.señala hacia arriba con una mano.

— ¿No necesitamos un pase?—.digo recordando al tipo.

—viejo, si tuvieras una pase en primer lugar no habría entrado a este lugar—.dice esbozando una sonrisa de superioridad, «con que así se me ve». —los refugios no tiene capacidad para todos, así que priorizaron a quien darle una pase.

Te daban dos opciones: si eras mujer, niño o personal de gobierno estabas asegurado, la segunda es tener el dinero suficiente para pagarte uno.

Al resto nos dejaron la tercera opción, sobrevivir como podamos a la noche y los mutantes—.el suelo tiembla por unos segundos y escucho algo moverse, volteo y veo como los muebles que tapan el hoyo empiezan a deslizarse lentamente hacia abajo.

—CORRE—grita y le sigo, hacia un lado del vestíbulo, tiramos un armario, que rebela una escaleras, el difícil subir con los escalones moviéndose, hay puertas improvisadas reforzadas con lo que parece metal, no las veo bien por la luces de emergencia que titilan, en cada planta, las abrimos y bloqueamos de nuestro lado.

Repetimos el proceso, unas cinco veces, nos dejamos caer sobre el suelo, estamos agotados.

—supongo que ya no estoy para eso trastes—.me dice y ríe. —no quiero que esta sea mi última noche, falta dos pisos y podremos descansar—.añade y retomamos el camino, escucho un ruido seco no muy lejanos, viene de la plantas de abajo.

Cuando finalmente llegamos a la planta siete, cerramos dos puertas sucesivas con armarios y sillas, me recuesto sobre la puerta mientras él se aleja hacia un grupo de personas, escucho un interruptor, luego en salón se ilumina.

Puedo ver una barra y los licores puesto en estantes detrás de esta, supongo que estamos en un especie de bar, las cillas y mesas dispuestas a alrededor parece confirmarlo, justo en medio del lugar están ellos.

Entre ellos hay una mujer sentada de espaldas hacia mí, todo pasa a segundo plano cuando noto su largo cabello de color verde, «sería posible». Respiro profundamente y me levanto acelerado, dando pasos rápidos.

Toco su hombro y se da vuelta, veo sus claros ojos morados, sus carnosos labios, todo potenciado por su frágil y a la ves fuerte rostro.

—Silvia—.digo sin pensar, abrumado.

—Sí, ¿te conozco?—dice sonriéndome, «cálmate paco, esta no es la Silvia que amaste, con la que estuviste diez años felizmente casado, la mujer que perdiste por tu insensatez»

—no, lo siento te confundí con otra persona—digo y me alejo, tratando de no llorar, me siento en una silla apartada del resto, sobre todo lo más alejado que pueda del bar y esas botellas llenas de alcohol.

Mi otro yo se levanta y queda entre nosotros. —bueno la mayoría ya saben que hacer, para los nuevos desnúdense—.dice tranquilamente.

— ¿Desnudarnos?—pregunto un poco aturdido, no es que eso me molesto, ya estoy viejo, como para sentir pudor por cosas tan banales y en última instancia humanas, sino porque no le encuentro sentido práctico.

—no me digas que te avergüenzas—.dice mirándome y yo niego con la cabeza.

—No es eso, es que no le veo practicidad—.digo defendiéndome.

—en verdad no eres de por aquí, los mutantes son ciegos pero tiene un sentido del olfato súper desarrollado, nos desnudamos por que la ropa lleva nuestro olor, la lanzamos hacia la calle—.señala un ventana tapiada con tablones a excepción de un pequeño rectángulo, suficiente para sacar el brazo por él.

—Para despistarlos y luego escondemos nuestro olor rociándonos el alcohol, aunque en tu caso te vendría bien tomarte un trago, quiero que veas algo—.dice y sonríe «no quiero saber el que», hace un ademan para que me acerque lo hago bordeando al grupo que empieza a quitarse las camisas y blusas.

Señala a la hendidura en la ventana.—por eso no desnudamos—.señala con el dedo para que mire.

Me agacho y logro ver a la calle, pronto una mujer pasa gritando, escapando de algo, en segundos veo el que, un ser deformado, se abalanza sobre ella, impidiéndole huir, poco después lo gritos cesan.

Cuando eso le arranca la cabeza y comienza a devorarla, quiero echarme hacia atrás, pero su mano me fuerza a mantenerme hay, la criatura suelta un grito y otras personas se acercan tambaleándose. —esos son los mutantes—.ni bien lo dice les escucho gemir, mientras su ropas se rasgan y la piel pálida explota hacia el exterior, haciéndolos crecer en tamaño, finalmente obtienen la apariencia de la criatura que ahora muerde el torso de la mujer.

Uno de ellos se acerca y rápidamente se roba su brazo, entonces todos se detienen y se paran torpemente con la nariz prominente hacia el cielo, buscando algo, «buscándonos».

—Rápido quítate la ropa—.dice soltándome y caigo hacia atrás, me pongo de pie rápidamente y lo hago al igual que él, comenzamos a botarla a un punto entre nosotros, cuando terminamos, ciento una mano sobre mi hombro.

Me giro, y le veo sosteniendo la ropa de los demás, que le oculta sus pechos, me hace recordar todas esa noches en la que lo hacíamos después de trabajar juntos, sacudo la cabeza, cuando me ofrece la ropa y al tiro al bulto.

Mi otro yo me señala el agujero y la tiro por allí, veo como las criaturas empiezan a despedazar las prendas, hasta no quedar nada «mejor eso, que nosotros».

Cuando vuelvo a levantarme ya no están, se han dirigido a la barra del bar, un hombre alto se está bañando con una botella de un licor desconocido, cuando termina de esparcírselo por el torso y el cabello, se aleja dando el pase al siguiente.

Me formo en la fila, justo detrás de ella, no puedo evitar mirarle el culo, esas pompas han tenido mucha acción, bueno las de Silvia de la primera dimensión, pero físicamente son exactas, al igual que el otro mí y yo.

Me detengo de acariciarle el cabello, pues aunque es como ella, no sé cómo vaya a reaccionar, finalmente le llega el turno a él, y veo como el alcohol se le escurre por la frente, es extraño verme a mí mismo desde afuera, supongo que así debe sentir la gente que ase viaje astral.

Un colega mío, de las lunas del cinturón de orión o era de sirio, buen al caso, que parece que eso es mal real de lo que imaginaba, aunque con las cosas que he visto poco me sorprende ya.

Le toca el turno a ella y veo atontado, como el líquido le resbala por entre los senos, bajando por sus marcadas caderas y perdiéndose por sus piernas, «le propondré algo, finalmente no pierdo nada», se echa otra botella para mojarse el cabello que arremolina y forma en una coleta.

Sigo yo, tomo una botella de coñac y siento el olor empapando mi nariz, la boca se me hace agua, peor me recuerdo porque he dejado de beber, y para evitar tentaciones me la echo de una vez.

Me la esparzo con ambas manos, por el cuerpo.

Una vez que termino, todos se dispersan a charlar o tomar un trago en al mesas que rodean a la barra del bar, ella esta acompañada de otra mujer, yo sigo en mi silla apartado.

Pasa un rato y un par de tragos, para que el hombre alto que se bañó primero le rose el hombro a su acompañante, y esta se va dejándola sola, pasan frente a mí y se van a un rincón, les veo besarse.

Pero me recuerdo lo de la proposición y camino hacia ella, después de todo llevo años sin Silvia.

Pongo mi mano sobre su hombro y me siento, sin soltarla de ahí. —mira, seré conciso, la cosa es que me atraes y quiero saber si tendría una oportunidad, con mujer tan hermosa como tú—.digo rápidamente y entrecortado, estoy oxidado en estos asuntos.

Ella me mira, levanta la mano, me preparo para una bofetada serrando los ojos, siento su palma acariciando mi cara y los abro, está sonriendo.

Lleva mi mano sobre su hombro, hacia abajo, acaricio sus caderas y me detengo en el muslo, le doy un par de palmadas y ella ríe. —aquí no, vamos detrás de la barra de bar—.me dice y señala.

Nos paramos tomados de la mano, nos agachamos debajo del mueble, como si fuera un refugio, nuestro refugio, como si ya no importaran los mutantes o que esta no sea mi realidad.

Que solo importara nuestro labios juntándose y nuestras manos desatadas, tocando y apretando, el cuerpo del otro.

El olor de su piel mesclado con el alcohol, me trae a la memoria la primera vez que la vi, yo era un científico joven e inexperto y ella, bueno ella era hermosa e inteligente, era un poco mayor que yo, pero en ese entonces no me importo, al igual que ahora.

Muevo su cabello verde y lo sujeto con mis manos deslizándome, hacia su culo y comienzo al palmearlo, ella hace lo mismo, me pregunto si esa reina habría previsto esto desde el principio, si es así no puedo esperar a ver qué otras cosas me esperan en las cincuenta realidades restantes.

Por encima de su gemidos, escucho una puerta crujir, levanto la vista de sus senos, que comienzo a apretar y veo que lo que hace segundo era madera sólida, se ha coinvertido en una pequeña puerta.

—Ya has completado el reto, paco pasa a la próxima realidad—.dice reprobándome.

—Quieres esperar un rato más—.le digo y vuelvo a lo nuestro.

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