21 de febrero de 2017

GAZAPO SILVIA;RETO#8 EL LIBRO DEL ESCRITOR.

RETO#8 GAZAPO SILVIA.


GAZAPO SILVIA


RETO#8 EL LIBRO DEL ESCRITOR.


PREMISA:Usa una escena romántica de una película que sea reconocida y dale un giro sorprendente para cambiar totalmente esa historia.


GAZAPO SILVIA

Mis largas patas se rosan con la suyas, una sonrisa se dibuja en su largo y bonito hocico, un amor prohibido, «al diablo el mundo», nos amamos y eso es todo lo que me importa, conocí a paco meses después de que el bastardo de mi exesposo nos dejó a mí y a nuestros doce conejitos que venían en camino, en la calle.

El idiota no pudo lidiar con las consecuencias de sus actos, apenas le dije que estaba embarazada pidió el divorcio, fuimos a juicio, se me negó la pensión de alimentos.

Al igual que cualquier tipo de compensación legal, gracias a la zorra de su abogada, ahora su nueva esposa.

Como era de esperarse me despidieron del puesto de secretaria, cuando se comenzó a notar.

Después de eso, fueron tiempos difíciles, estaba desempleada, perdí mi apartamento por no poder pagar las cuotas, pase a vivir en un refugio de indigentes, apenas sobreviviendo con el miserable subsidio por desempleo.

Pero en cierta forma ahora lo agradezco, fue una bofetada de realidad, yo era bastante superficial y egocéntrica, antes daba igual porque era la única perjudicada, ahora la cosa había cambiado rotundamente.

Jure sobreponerme, no solo por mi sino por mis hijos, vencería a las circunstancia, al maldito futuro incierto que le esperaba a mis hijos.

Ahora estaba determinada a salir de esta jodida situación.

Todavía recuerdo el día en que el apareció.

Había ido en nombre del seguro social, para revisar a los que vivíamos en el refugio, la fila era larga, había depredadores y presas por igual, todos marcados por el mismo peso.

Todos buscando alguna medicina o tratamiento médico.

Finalmente fue mi turno, ingrese a la tienda improvisada.

No sé qué me llamo la atención, sus ojos oscuros, su pelaje naranja cálido, o el prohibido y reprochable sentimiento a ojos de la sociedad, que empezaba a florecer en mí.

Comenzó con unas risas, en los días sucesivos, no acercábamos cada vez más, cuando sus superiores empezaron a sospechar, el solicito ser mi médico personal.

No me negué.

Era la primera vez que un depredador pedía cuidar a una presa, era la primera vez que una coneja y un zorro se amaban.

A ojos de la sociedad, nuestra relación era de médico y paciente, pero cuando las puertas se cerraban iba mucho más allá de eso a un terreno más personal, por decirlo menos, se volvía intima.

Pero el miedo no se había ido, que pasaría cuando los bebes nacieran.

Cuando llego el momento, nada nos importó, lo nuestro era por trillado que suene amor verdadero, formaríamos una familia.

Distinta a lo tradicional, pero una familia al fin.

Ahora heme aquí, despertando junto a él.

—Despierta ya dormilón—.le digo dulcemente.

—Déjame dormir Silvia, ayer trabaje toda la noche—.responde refunfuñando.

—Yo igual, por cierto se acabó la papilla—.digo empujándolo con una pata, no mido mi fuerza y termina en el suelo, envuelto entre las sabanas.

—bien, ojos morados, ya entendí—.dice medio enojado.

—Son de color malva; despistado—.hace un ademan, bosteza y se apoya contra la pared, mirándome, con esos dulces ojos oscuros.

—se lo que estas haciendo no va a funcionar—.digo cruzando los brazos y arrodillándome sobre la cama, baja la mirada lastimosamente, suplicando mi perdón.

Pero lo hace.

Me impulso con las patas y caigo frente a él, me aprieta entre sus brazos contra su pecho, logro zafarme, me pongo de puntillas, para llegar hasta su labios y nos besamos, cerrando los ojos.

El intercomunicador de bebes, pita, acabando con el mágico momento.

—Yo voy, tú descansa, quieres—.me pide apartando sus labios lo suficiente para hablar.
Asiento, nos soltamos, le veo salir por la puerta.

Se cierra.

Despierto, de nuevo en la fría y solitaria realidad.

«Solo ha sido un recuerdo Silvia», me obligo a no llorar, no quiero darle el gusto a esa perra.

Llevo meses en este lugar, alejado de paco y mis hijos.

Muevo la manos con ansias, como si pudiera retener el recuerdo con ellas, guardármelo, para sentir algo de esperanzas.

De lo contrario, hace mucho que yo, agito la cabeza con fuerza, «aférrate a la vida Silvia, se fuerte, por ellos».

Le he dado el gusto, me derrumbo entre lágrimas, mientras la puerta se abre.

—Que maravilloso día S 20—.dice con arrogancia, la maciza figura frente a mí, empieza a estirar sus cuatro brazos, ya se lo que vendrá.

Me niego a mostrarle mi miedo, sobo mis heridas.

—MI NOMBRE ES SILVIA—.le grito, como si fuera un arma le clavo la mirada en sus ojos verdes.

—Perdiste tu oportunidad pequeña, ya he conseguido a otra—.dice acercándose a mí, instintivamente retrocedo, me coge entre su manos, levantándome del suelo.

—No te asuste linda, hoy te liberare—.dice sonriéndome, un fragmento de esperanza aparece por irracional que parezca, empieza acaríciame la cabeza y las orejas con las manos libres.

—si voy a salir de aquí, puedes darme algo de ropa—.obligándome a no temblar, obligándome a no pensar en lo que vendrá después de las caricias.

—talvez, si te portas bien, pero te digo un secreto—.acerca su cara a la mía. —te ves mejor sin ella, tienes un bonito culo—.no lo resisto lanzo mica besa hacia adelante y le muerdo la nariz, con fuerza, grita.

La satisfacción me dura poco, me azota contra el suelo, creo que me ha quebrado un par de costillas.

—en serio aun quieres pelear, después de que yo vengo te doy compañía y encima afecto—.dice acercándose, me empujó con las patas, pero no solo suficientemente rápido, vuelve a tomarme.

La sangre empieza a gotear por su barbilla, parece no importarle.

—Pensé que ya te había sometido, que serías una buena chica, te hace falta un correctivo—.me lanza contra la pared, como si fuera un peluche, siento el golpe seco sobre mi cuerpo, caigo lentamente, hacia el frio suelo.

Todo el cuerpo me duele, pero no voy a darle el gusto, hoy no, me obligo a levantarme, todo mi cuerpo se estremece no sé si por el dolor o la furia. —NUNCA ME SOMETERAS—.grito todo lo fuerte que puedo, hasta que su mano aprieta mi cuello y vuelve a lanzarme contra el suelo.

Cierro los ojos.

El intercomunicador sigue pitando un par de segundos, hasta que cesa, paco ha demostrado tener extraordinarias habilidades con los bebes.

Camino por el pasillo, siento el dulce frio en mis patas.

Entro a la habitación de nuestros pequeños.

Le veo, moviéndose  a velocidad, preparando doce biberones al unísono, mientras mese las cunas.

Me recuesto sobre el marco de la puerta a observarle.

Cuando ha terminado los biberones, me acerco para apoyarle en dárselos a los bebes.

Pasan uno minutos hasta que vuelven a dormirse.

Se recuesta a lado de la cuna y cierra los ojos.

— ¿Cansado?—.le digo sarcástica.

Me manda una mirada asesina.

Se la devuelvo, ríe, ambos empezamos, pero nos callamos mutuamente señalando a los pequeños.

Le hago una seña para que me siga.

Cerramos despacio la puerta y vamos hasta la habitación, no nos resistimos y comenzamos a besarnos en medio del corredor.

Siento el sabor a sangre en la boca.

Abro los ojos de golpe, Sara me está besando.

Trato de apartarle pero me tiene sujeta, es la primera vez que lo hace, impotente siento como su lengua empieza a entrar y  jugar entre mis mejillas, la muerdo con fuerza.

Se detiene, aplastándome contra el suelo, veo un charco de sangre formarse frente a mí, sonrió.

—Que delicada, no te quejabas cuando estabas inconsciente—.dice sonriéndome retorcidamente.

—En fin solo quería despedirme—.dice empujándome, cuando me detengo, ella se sienta, produciendo un leve temblor y me indica con la mano que haga lo mismo.

Me niego, ella resopla y me mueve con sus manos hasta hacerlo, cruzo los brazos.

Me lanza una mirada asesina, se la devuelvo, me abofetea, tumbándome al suelo, solo para volverme a sentar.

Hay una fila de gruesos cartones sobrepuestos, a lado de done ella se ha sentado de nuevo.

Truena los dedos y una balada lenta suena, inundando la habitación, me sobresalto es la primera ves en meses que escucho algo diferente a sus pasos, mis gritos o mis huesos rompiéndose.

Ella lo nota y me sujeta, con los brazos libres. —que pasa, conejita, no te gusta la música, es para darle ambiente—.dice acariciándome, intento zafarme pero me estruja, apenas respiro.

Levanta el primer cartel—con algo de suerte, hoy serás ejecutada—.siento mis ojos desorbitarse con esa palabra, «no quiero morir».

Sin inmutarse levanta el segundo cartel— .estarás junto al resto de fracasadas—«de que demonio está hablando».

Levanta otro cartel, me llevaría las manos al hocico si pudiera sentirlas, está lleno de mujeres muertas y desangradas, todas puestas en extrañas pose, producto de su retorcida mente, ella me sonríe.

Siento que voy a vomitar.

—Pero por ahora déjame decirte—.pasa otro cartel. —Que no tienes esperanzas, tampoco planeo perdonarte—.me trago las lágrimas y un gemido por el dolor y miedo.

—solo porque hoy es el día de tu ejecución—.no quiero seguir mirando, pero me obliga con su mano sobre mi cuello. —y antes de morir mereces saber la verdad—.dice frunciendo los ojos, creo que va a llorar.

—para mi tu eres perfecta—.pasa sus dedos por mis labios, bajando hasta mis pechos comenzando a frotarlos, no puedo más, comienzo a llorar y gritar.

—Y mi desgastado corazón te amara—deja caer el cartel.

—Hasta que te veas así—.levanta el ultimo cartel.

Es una imagen mía con los ojos borroneados y con letras grande: “muerta”, agito la cabeza y logro morderle los dedos, ella grita y llora, pero no parece estar sufriendo.

—FELIZ EJECUCIÓN, cariño—.dice arrancando sus dedos de mi boca, para formar un puño y golpearme, mi cabeza bota hacia atrás con fuerza.

Se pone de pie, me levanta del cuello, obligándome a mirarla, saca una inyección.

Agito la cabeza, pero ella sigue acercándome a su cara, me besa lentamente, lamiendo mi mejilla por dentro, la muerdo con todas mi fuerza.

Hasta que siento un pinchazo en mi cuello y el dolor del líquido entrando en mis venas.

—Se acabó, conejita—me suelta, mi cuerpo rebota con fuerza contra el cemento.

Mi visión se empieza a poner borrosa, la veo alejándose, escucho la puerta cerrarse con fuerza.

«Me niego a morir aquí, tan lejos de mi familia». Peleo, pero los espasmos pueden más y en segundos empiezo a convulsionar.

Lloro en silencio.

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