RETO#42 FELONA MOLLY. |
FELONA MOLLY
RETO#42 EL LIBRO DEL ESCRITOR.
PREMISA: Atrévete a ser infiel en un relato y describe al detalle las sensaciones de los personajes.
FELONA MOLLY
La campana del colegio suena y los chicos y chicas se abalanza
uno sobre otros por intentar salir, yo también correría, si las pastillas no me
dejaran media reprimida, pero no me quejo al menos ya no les veo o escucho,
saben a veces es agotador que el resto no te entienda, ya quiero verlos
soportar esas vocecillas que siempre te dicen que le dañes o peor, por suerte
no estoy sola, molly camina lentamente hasta llegar a mi lado, ambas salimos de
ultimas.
Todos pasan de nosotros, de mí por temor, de ella por odio,
su camisa negra contrasta con el resto de blancos uniformes, incluyéndome, sus
padres ya le han dicho que si sigue por esos pasos le denunciaran frente a la
santa inquisición.
Peor a ella le da igual, ha prendido a lidiar con el dolor,
más o menos bien, sus marcadas muñecas, lo muestran.
Caminamos por el largo pasadizo, al hacerlo ella me cuenta
como su madre le ha vuelto a gritar que era una estúpida.
Supongo que por eso no llevamos tan bien, después de todos
mis padres también me aborrecen.
Nos detenemos a unos pasos del marco de la puerta, donde un
grupo de chicas de diferentes grados, están de pie, como si no esperaran.
—pero que tenemos aquí, si es la bastarda y la mugrienta
felona—.proclama la más alta agitando los brazos, recordándome vagamente al
predicador que suele atormentar a mi familia cada fin de semana.
—Me llamo molly—.dice entre bufidos, tengo que tomarla de la
muñeca, para frenarle, lo hace después de arrastrarme un par de pasos, me echa
una mirada asesina con sus oscuros ojos.
Un extraño temblor me recorre, haciendo flaquear mis dedos,
que le obedecen.
Lo próximo que supe, es que estaba en medio de una pelea,
puñetazos y jalones de mechas iban y venían, así que hice lo que me enseño mi padre,
escurrirme del problema, además ya me tocaban las pastillas.
Además molly puede sola, siempre ha sido así.
Le veo intersectar la cabeza de una chica regordeta con un
buen par de puñetazos, que le hace sangrar de la nariz.
Me alejo de los insultos, supongo que es por los medicamentos,
de otra forma ya habría hecho cosas malas, malas en verdad.
Me guio por la humaredas de las casa que comienzan a subir
por el cielo que atardece, con su brillante tono naranjas y morados,
entremezclado, me quedo contemplándole, respirando con fuerza, respirando con calma.
He aprendido a disfrutar estos momentos de calma.
Finalmente sigo caminando, hasta llegar a la negra puerta de
madera, que marca mi casa, me ato las coletas y plancho mi uniforme con las manos,
la compañera de mi padre es extremadamente estricta.
«Silvia, tienes que ser perfecta», le escucho recitar en mi
cabeza.
Agito mis manos frente a mi cara, como si quiera disipar la
niebla, que no existe, comienza asi, siempre comienza así.
Sujeto el maletín con fuerza, mientras busco la llave en mis
bolsillos, con la mano libre, me toma algo de tiempo, no sé si es inconsciente,
para no entrar a ese lugar.
Pero todo acaba cuando la llave entra y la cerradura cruje,
empujo la puerta.
El olor a frejoles, me da de golpe, saludo a mi padre que
penas me mira, está concentrado terminando de cocinar, es un hombre alto y
delgado.
Nadie creería la fuerza que tienen sus golpes, pero yo lo sé,
lo sé bien.
—Te has portado bien, ¿en la escuela?—.me suelta con
brusquedad, yo solo asiento con rapidez.
Jalo la silla, el chillido, le produce un extraño tipo a mi progenitor,
que arquea los hombros y agacha un poco la cabeza, por un segundo me quedo quieta,
esperando la presión, pero solo escucho el ruido de la sartén moviéndose por la
cuchara.
— ¿no te estas olvidando de algo?—.dice sin mirarme, yo
pongo la vista al viejo techo, buscando en mi confusa mente, pero apenas
recuerdo lo de hoy, entre tanta niebla.
Cuando por fin le hallo, muevo las manos con rapidez, dentro
del maletín, sacando el botecito transparente, las pastillas se mueven,
mientras desenrosco la tapita.
Un vaso de agua cae con fuerza frente a mí, por un segundo
veo sus oscuros ojos a través de las gafas, pero aparto la mirada y sujeto el
vaso.
Me llevo la píldora a la boca y ayudada del agua la trago.
Siento como se me embota la cabeza, como si entrase a un
sueño, ridículo y aprisionador, como una melaza atrapando a los demonios que
habitan en mí, al mal que siempre quiere salir, luchando con sus afiladas
garras por emerger.
Termino de lavar mi plato y lo dejo escurriéndose en el fregadero,
tomo mi maletín el suelo y subo por las escaleras de madera, tratando de no
hacer ruido, papa detesta el ruido, antes de terminar de subir, le veo y suspiro,
está tranquilo, concentrado en hacer cálculos matemáticos.
Por desgracia no herede eso de él, solo el fuego.
De mi madre, de mi verdadera madre los ojos color malva,
papa no habla demasiado sobre ella, más allá de un par de insultos hacia ella y
algo de los dioses.
Creo por eso su novia me odia tanto, por qué le recuerdo a
ella.
Subo a mi habitación, dejo el maletín al lado del modesto escritorio,
que poco más que un tabla de madera con cuatro patas, cierro la puerta despacio,
saco los cuaderno de ecuaciones matemáticas, me remango las mangas de la camisa.
La tela blanca contrasta con mi piel amoratada.
Pongo los brazo con clama sobre la superficie, los golpes aún
están frescos, la sangre coagulada me produce escalofríos, pero al menos ya no
cae, a pesar de mi esfuerzo una descarga
eléctrica sacude mis marcados brazos.
Paso un par de horas resolviendo ejercicios, hasta que un par
de toques me distrae, me giro hacia mi ventanita y veo sus oscuros ojos y
cabello rojo revoloteado es molly.
Le doy la espalda por un segundo, me bajo las manga y vuelvo
a abotonar los puños.
Me señala es pestillo, camino hacia ella y lo destrabo, subo
la ventana.
—eh cobarde, porque te piraste—.dice cruzando los brazos que
apoya sobre el marco.
—yo eh, sabes que no se me dan bien las peleas—.digo algo
temblorosa.
—nah, te has vuelto aburrida de que tomas esas pastillas—.me
saca la lengua, rio sin querer, reímos.
—Por suerte me tienen a mí, tú divertida amiga—.extiende los
brazos de golpe.
—ahora no molly, tengo que terminar mi tareas—.digo moviendo
los brazos.
Ella hace un mueca, entre enojo y risas, lo que remarca las
heridas en su cara, algunas están frescas, pero le da igual, para ella son una
marca de batallas, de no tenerlas seguro sería bastante mona, en fin.
Lleva su brazo hacia su espalda y la correas de cuero que
sujetan su mochila se mueve, después de unos segundo, saca un libro cubierto en
cuero negro, lo pone frente a mí, retrocedo al ver el pentagrama impreso con
lago rosa, no quiero saber el que.
Todo el contante bombardeo de lo que es bueno y malo, mueve
las ideas en mi mente más rápido de lo que puedo entender. —infiel—.digo sin
pensar, me llevo las manos a la boca pero es tarde, ya está hecho.
No sé qué esperar, un silencio muerto, inunda la habitación,
sus ojos bien abiertos no dejan de mirarme.
—por que defiende lo que te deprecia—.dice al fin en un tono
monótono, como si no fuesen su palabras, simplemente otra de la tanta
propaganda que he visto u oído, en el colegio, en casa, o cuando nos reunimos
con el resto de creyentes.
—No te engañes, los dioses disfrutan de tu dolor, para ellos
solo eres un peón—.prosigue sin dejar de sostener el libro.
—Pero al menos estoy viva, que hay de ti si te pillan te
ahogaran en el rio, por piedad—.le escupo, esperando que recapacite.
—cobarde—.suelta, guarda de golpe el libro en su mochila y
se pira, por la escalerilla de incendio.
Aunque intento mantenerme en mi cuarto, las piernas me
terminan llevando detrás de ella.
Después de todo sigue siendo mi amiga aunque este algo
chalada.
Me saca varios metros de ventajas, además de que no estoy
acostumbrada a correr demasiado.
Empieza a escabullirse por los callejones.
Hasta que en un punto, me freno y respiro apoyándome en la
pared de ladrillos, le he perdido y creo que yo también, no conozco esta parte
de la ciudad.
Pero ella sí, siento un peso cayéndome del cielo, cuando
logro enfocar veo su rostro pero con el añadido de una macabra sonrisa, sus
oscuros ojos ahora lucen como profundos pozos oscuros.
—Debiste aceptar cuando pudiste—.su manos se aprietan con
fuerza sobre mi cuello.
—Me llamas infiel, porque no entiendes que he visto la luz,
he escuchado su voz llamándome desde la sombras. —comienza a reír histérica, yo
respiro apenas—.su nombre es MR.COCH y me ha ofrecido estar a la altura de los
dioses.
—Te agradezco Silvia, pequeña amiga—.siento sus pulgares, clavándose
en mi piel. —necesitaba probarle que era digan, que los sentimientos no me
controlaban y que mejor forma que acabar contigo.
—déjame molly o me enojare y creerme no te gustara verme
enojada—.amenazo con el aire que me queda en los pulmones.
Comienza a reír, la adrenalina comienza correr por mis
venas, empezando a quitar la contención de la medicación.
—así y que harás, bastarda—.aprieta con fuerza, siento el
fuego encenderse en mi interior, devorándome.
Los recuerdos son borrosos a partir de allí, solo le escucho
gritar y rogar por su vida, como si de
una película se tratase.
Al final su gritos logran devolverme, estoy de pie
frente a ella que se apoya apenas contra
la pared, la sangre le baja por la mejilla que esta quemada, con los músculos expuestos.
Me mira con odio, como un animal salvaje listo para atacar,
su cuerpo empieza a recuperarse de los golpes.
—Como haces para transformarte—.dice mientras sus cuerdas
vocales terminan de soldarse.
—no lose, solo me enojo, por eso te advertí—.comienza a
reírse, pero es lenta y enfermiza, como si de una macabra broma se tratase.
Se tambalea, tratando de acercarse, con la pierna rota,
comienzo a retroceder, mientras sus huesos crujen volviéndose a acomodar.
Comienzo a alejarme, ella se queda insultándome, estará bien,
espero.
FELONA MOLLY
La campana del colegio suena y los chicos y chicas se abalanza
uno sobre otros por intentar salir, yo también correría, si las pastillas no me
dejaran media reprimida, pero no me quejo al menos ya no les veo o escucho,
saben a veces es agotador que el resto no te entienda, ya quiero verlos
soportar esas vocecillas que siempre te dicen que le dañes o peor, por suerte
no estoy sola, molly camina lentamente hasta llegar a mi lado, ambas salimos de
ultimas.
Todos pasan de nosotros, de mí por temor, de ella por odio,
su camisa negra contrasta con el resto de blancos uniformes, incluyéndome, sus
padres ya le han dicho que si sigue por esos pasos le denunciaran frente a la
santa inquisición.
Peor a ella le da igual, ha prendido a lidiar con el dolor,
más o menos bien, sus marcadas muñecas, lo muestran.
Caminamos por el largo pasadizo, al hacerlo ella me cuenta
como su madre le ha vuelto a gritar que era una estúpida.
Supongo que por eso no llevamos tan bien, después de todos
mis padres también me aborrecen.
Nos detenemos a unos pasos del marco de la puerta, donde un
grupo de chicas de diferentes grados, están de pie, como si no esperaran.
—pero que tenemos aquí, si es la bastarda y la mugrienta
felona—.proclama la más alta agitando los brazos, recordándome vagamente al
predicador que suele atormentar a mi familia cada fin de semana.
—Me llamo molly—.dice entre bufidos, tengo que tomarla de la
muñeca, para frenarle, lo hace después de arrastrarme un par de pasos, me echa
una mirada asesina con sus oscuros ojos.
Un extraño temblor me recorre, haciendo flaquear mis dedos,
que le obedecen.
Lo próximo que supe, es que estaba en medio de una pelea,
puñetazos y jalones de mechas iban y venían, así que hice lo que me enseño mi padre,
escurrirme del problema, además ya me tocaban las pastillas.
Además molly puede sola, siempre ha sido así.
Le veo intersectar la cabeza de una chica regordeta con un
buen par de puñetazos, que le hace sangrar de la nariz.
Me alejo de los insultos, supongo que es por los medicamentos,
de otra forma ya habría hecho cosas malas, malas en verdad.
Me guio por la humaredas de las casa que comienzan a subir
por el cielo que atardece, con su brillante tono naranjas y morados,
entremezclado, me quedo contemplándole, respirando con fuerza, respirando con calma.
He aprendido a disfrutar estos momentos de calma.
Finalmente sigo caminando, hasta llegar a la negra puerta de
madera, que marca mi casa, me ato las coletas y plancho mi uniforme con las manos,
la compañera de mi padre es extremadamente estricta.
«Silvia, tienes que ser perfecta», le escucho recitar en mi
cabeza.
Agito mis manos frente a mi cara, como si quiera disipar la
niebla, que no existe, comienza asi, siempre comienza así.
Sujeto el maletín con fuerza, mientras busco la llave en mis
bolsillos, con la mano libre, me toma algo de tiempo, no sé si es inconsciente,
para no entrar a ese lugar.
Pero todo acaba cuando la llave entra y la cerradura cruje,
empujo la puerta.
El olor a frejoles, me da de golpe, saludo a mi padre que
penas me mira, está concentrado terminando de cocinar, es un hombre alto y
delgado.
Nadie creería la fuerza que tienen sus golpes, pero yo lo sé,
lo sé bien.
—Te has portado bien, ¿en la escuela?—.me suelta con
brusquedad, yo solo asiento con rapidez.
Jalo la silla, el chillido, le produce un extraño tipo a mi progenitor,
que arquea los hombros y agacha un poco la cabeza, por un segundo me quedo quieta,
esperando la presión, pero solo escucho el ruido de la sartén moviéndose por la
cuchara.
— ¿no te estas olvidando de algo?—.dice sin mirarme, yo
pongo la vista al viejo techo, buscando en mi confusa mente, pero apenas
recuerdo lo de hoy, entre tanta niebla.
Cuando por fin le hallo, muevo las manos con rapidez, dentro
del maletín, sacando el botecito transparente, las pastillas se mueven,
mientras desenrosco la tapita.
Un vaso de agua cae con fuerza frente a mí, por un segundo
veo sus oscuros ojos a través de las gafas, pero aparto la mirada y sujeto el
vaso.
Me llevo la píldora a la boca y ayudada del agua la trago.
Siento como se me embota la cabeza, como si entrase a un
sueño, ridículo y aprisionador, como una melaza atrapando a los demonios que
habitan en mí, al mal que siempre quiere salir, luchando con sus afiladas
garras por emerger.
Termino de lavar mi plato y lo dejo escurriéndose en el fregadero,
tomo mi maletín el suelo y subo por las escaleras de madera, tratando de no
hacer ruido, papa detesta el ruido, antes de terminar de subir, le veo y suspiro,
está tranquilo, concentrado en hacer cálculos matemáticos.
Por desgracia no herede eso de él, solo el fuego.
De mi madre, de mi verdadera madre los ojos color malva,
papa no habla demasiado sobre ella, más allá de un par de insultos hacia ella y
algo de los dioses.
Creo por eso su novia me odia tanto, por qué le recuerdo a
ella.
Subo a mi habitación, dejo el maletín al lado del modesto escritorio,
que poco más que un tabla de madera con cuatro patas, cierro la puerta despacio,
saco los cuaderno de ecuaciones matemáticas, me remango las mangas de la camisa.
La tela blanca contrasta con mi piel amoratada.
Pongo los brazo con clama sobre la superficie, los golpes aún
están frescos, la sangre coagulada me produce escalofríos, pero al menos ya no
cae, a pesar de mi esfuerzo una descarga
eléctrica sacude mis marcados brazos.
Paso un par de horas resolviendo ejercicios, hasta que un par
de toques me distrae, me giro hacia mi ventanita y veo sus oscuros ojos y
cabello rojo revoloteado es molly.
Le doy la espalda por un segundo, me bajo las manga y vuelvo
a abotonar los puños.
Me señala es pestillo, camino hacia ella y lo destrabo, subo
la ventana.
—eh cobarde, porque te piraste—.dice cruzando los brazos que
apoya sobre el marco.
—yo eh, sabes que no se me dan bien las peleas—.digo algo
temblorosa.
—nah, te has vuelto aburrida de que tomas esas pastillas—.me
saca la lengua, rio sin querer, reímos.
—Por suerte me tienen a mí, tú divertida amiga—.extiende los
brazos de golpe.
—ahora no molly, tengo que terminar mi tareas—.digo moviendo
los brazos.
Ella hace un mueca, entre enojo y risas, lo que remarca las
heridas en su cara, algunas están frescas, pero le da igual, para ella son una
marca de batallas, de no tenerlas seguro sería bastante mona, en fin.
Lleva su brazo hacia su espalda y la correas de cuero que
sujetan su mochila se mueve, después de unos segundo, saca un libro cubierto en
cuero negro, lo pone frente a mí, retrocedo al ver el pentagrama impreso con
lago rosa, no quiero saber el que.
Todo el contante bombardeo de lo que es bueno y malo, mueve
las ideas en mi mente más rápido de lo que puedo entender. —infiel—.digo sin
pensar, me llevo las manos a la boca pero es tarde, ya está hecho.
No sé qué esperar, un silencio muerto, inunda la habitación,
sus ojos bien abiertos no dejan de mirarme.
—por que defiende lo que te deprecia—.dice al fin en un tono
monótono, como si no fuesen su palabras, simplemente otra de la tanta
propaganda que he visto u oído, en el colegio, en casa, o cuando nos reunimos
con el resto de creyentes.
—No te engañes, los dioses disfrutan de tu dolor, para ellos
solo eres un peón—.prosigue sin dejar de sostener el libro.
—Pero al menos estoy viva, que hay de ti si te pillan te
ahogaran en el rio, por piedad—.le escupo, esperando que recapacite.
—cobarde—.suelta, guarda de golpe el libro en su mochila y
se pira, por la escalerilla de incendio.
Aunque intento mantenerme en mi cuarto, las piernas me
terminan llevando detrás de ella.
Después de todo sigue siendo mi amiga aunque este algo
chalada.
Me saca varios metros de ventajas, además de que no estoy
acostumbrada a correr demasiado.
Empieza a escabullirse por los callejones.
Hasta que en un punto, me freno y respiro apoyándome en la
pared de ladrillos, le he perdido y creo que yo también, no conozco esta parte
de la ciudad.
Pero ella sí, siento un peso cayéndome del cielo, cuando
logro enfocar veo su rostro pero con el añadido de una macabra sonrisa, sus
oscuros ojos ahora lucen como profundos pozos oscuros.
—Debiste aceptar cuando pudiste—.su manos se aprietan con
fuerza sobre mi cuello.
—Me llamas infiel, porque no entiendes que he visto la luz,
he escuchado su voz llamándome desde la sombras. —comienza a reír histérica, yo
respiro apenas—.su nombre es MR.COCH y me ha ofrecido estar a la altura de los
dioses.
—Te agradezco Silvia, pequeña amiga—.siento sus pulgares, clavándose
en mi piel. —necesitaba probarle que era digan, que los sentimientos no me
controlaban y que mejor forma que acabar contigo.
—déjame molly o me enojare y creerme no te gustara verme
enojada—.amenazo con el aire que me queda en los pulmones.
Comienza a reír, la adrenalina comienza correr por mis
venas, empezando a quitar la contención de la medicación.
—así y que harás, bastarda—.aprieta con fuerza, siento el
fuego encenderse en mi interior, devorándome.
Los recuerdos son borrosos a partir de allí, solo le escucho
gritar y rogar por su vida, como si de
una película se tratase.
Al final su gritos logran devolverme, estoy de pie
frente a ella que se apoya apenas contra
la pared, la sangre le baja por la mejilla que esta quemada, con los músculos expuestos.
Me mira con odio, como un animal salvaje listo para atacar,
su cuerpo empieza a recuperarse de los golpes.
—Como haces para transformarte—.dice mientras sus cuerdas
vocales terminan de soldarse.
—no lose, solo me enojo, por eso te advertí—.comienza a
reírse, pero es lenta y enfermiza, como si de una macabra broma se tratase.
Se tambalea, tratando de acercarse, con la pierna rota,
comienzo a retroceder, mientras sus huesos crujen volviéndose a acomodar.
Comienzo a alejarme, ella se queda insultándome, estará bien,
espero.
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HOLA;RECUERDA:comentar siempre con respeto y compostura;así estaré encantado de leerte :)