2 de marzo de 2017

RECORDATORIO HABITUAL;RETO#17 EL LIBRO DEL ESCRITOR.

RETO#17 RECORDATORIO HABITUAL.


RECORDATORIO HABITUAL


RETO#17 EL LIBRO DEL ESCRITOR.


PORTADA: Describe tu día a día como si fueras un zombi.


RECORDATORIO HABITUAL
Me llevo los auriculares a los oídos, enciendo el móvil y le doy play a la lista de canciones, sacudo la cabeza y sonrió, mientras el metal me llena, es una de las cosas que disfrutaba hacer cuando estaba vivo, antes de convertirme en un caminante, tengo la loca idea de aferrarme a mi humanidad, cuando el esto se ha dejado sucumbir por sus instintos animales.

Me pongo la capucha encima par ataparme la pálida cara y cubrirme, mis lacerados brazos, con las mangas, no era guapo de vivo, pero soy un zombi decente, empiezo a reírme, lenta y secamente, mis cuerdas vocales no han estado funcionando bien, pero aun logro articular palabras, lo que es mucho en comparación con el resto que solo refunfuña y gruñe.

Me muevo lento, medio arrastrando los pies y alargando las pisadas, por mi antiguo apartamento, me acerco a mi refrigerador que ha dejado de funcionar hace tiempo, la electricidad fue cortada de este lado del rio, para freírme unos huevos tendría que atravesar la muralla militarizada, aunque tiene mucho puntos flacos hoy no me apetece, que me llenen de balas.

Saco un poco de carne fresca y la pongo en un plato, le llevo hasta la mesa de plástico, me siento, vuelvo a pararme porque he olvidado los cubiertos.

Cuando regreso por segunda vez, lo pongo ala derecha de mi plato, junto mis manos y doy las gracias a los dioses, por ese pequeño animal que se sacrificó para que yo no tenga que matar a un humano.

Pronto los gruñidos ser escuchan desde el fondo del pasadizo, el golpeteo de las patas sobre la cerámica, le delata, Víctor tiene hambre.

Lo encontré vagando por las calles llenas de plantas, logre salvarlo de un grupo que quería merendarle, en ese momento agradecí que las piernas me siguieran funcionando, se acerca y apoya su hocico contra mi pierna.

—Eres un buen perro—.digo lento y rítmicamente, ladra, yo sonrió.

Al parecer los animales son inmunes a la infección que me transformo a mí y a la mayor parte del mundo.

Corto la mitad de la carne que estoy comiendo y la pongo a su lado, el espera a que vuelva asentarme para empezar a comer, su anterior dueño o dueña lo debe haber entrenado.

Yo también lo hice. —Víctor tráeme mi diario, quieres—.termina de tragar la carne y parte la carrera hacia el final del corredor, lo veo perderse al entrar en mi habitación, segundos después vuelve con este sujetado en su hocico.

Le sobo la cabeza—.buen chico. —mueve la cola, le saco la bolsa plástica del hocico y dejo caer el diario sobre la mesa, junto a una pluma.

Veamos que día es hoy, me giro, para ver el calendario sobre mi cocina, aunque han pasado veinte años desde el año que marca, igual lo uso, en teoría hoy es miércoles primero de marzo.

Comienzo a escribir forzando la mano para marcar las páginas, pronto tendré que ir al súper a traer otro.

Veamos hoy me levante, bañe a Víctor en el rio, de madrugada como siempre, cuando el resto están tiesos e inmóviles, no me arriesgo a que se lo coman, yo también me bañe, más por costumbre que para quitarme el olor a putrefacto, que eso no se va.  

Algo bueno, el guardia no me disparo, creo que se llama paco, parece que se ha acostumbrado a verme todos los días desde su torre de vigilancia, por fin se ha dado cuenta que no me lo quiero merendar, rio.

Más tarde veré el atardecer como hago siempre, a veces sueño que estoy del otro lado del rio, que no soy un monstruo a sus ojos, sino un igual, a veces sueño que vivo en un apartamento en esos bonitos edificios y no en esta derruida ciudad.

Pero al final que después de tanto siga soñando, es una victoria personal, la infección no ha logrado arrebatarme la humanidad, se lo es puesto difícil a la hija puta, vuelvo a reír.

Cierro el diario y le ordeno a Víctor que lo vuelva aponer en su lugar, cuando regresa trae su pelota.

Comienza a apretarla y luego me la alcanza algo babeada, me da igual no me voy a volver a morir, la lanzo al final del apartamento, el corre y la trae, repito esto un par de veces, no porque se me canse el brazo, una ventaja de no estar vivo es que ya no sientes le dolor, pero también es una desventajas la persiana de las emociones comienza a cerrarse.

Así que trato de reír lo más que puedo, de sentir empatía por otro, en eso me ayuda Víctor, a veces pienso que no hubiera resistido tanto tiempo, sino fuera por él.

Paro porque Víctor esta exhausto, ya es un perro viejo, lloraría si mis glándulas funcionaran, pero igual me siento triste, por no darle una mejor calidad de vida.

Me siento a su lado hasta que se queda dormido, cuando lo hace dejo de acariciarle y veo a través de mi balcón, al guardia tomándose un descanso, siempre está allí, aislado como yo, pero el aún es humano, o eso creo.

Miro hacia abajo, las calles están llenas de los sin almas, caminantes que vendieron su humanidad para escapar de su dolor. «Cobardes». Caminan sin razón, buscando algo de que alimentarse, cualquier cosa que no sea un zombi.

Cuando la noche cae me voy adormir más por costumbre, que por que lo necesite, es más ahora que lo pienso soy el único que descansa, el mar de seres me arrulla con sus gemidos que se acompasan en una melancólica canción.

Cuando despierto, le veo jadeando a mi lado. —que te eh dicho Víctor, no me gusta que duermas en mi cama, no te hice una para que la tengas de adornos—.agacha la cabeza y se retira con el rabo entre las patas, hacia el extremo de la habitación donde se echa en su cama improvisada, formada por relleno de colchones y almohadones.

Rápidamente cierra sus ojos, siento su respiración irregular, me levanto con lentitud y pongo la mano sobre sus costillas, su corazón no está latiendo bien, gruñe un poco y se vuelve a quedar dormido.

—amigo, ya no puedo cuidarte, pero hare lo imposible por conseguirte ayuda—.apoyo mi frente en la suya, lo que me hace notar lo frio que estoy, cuando tu corazón no late, tú cuerpo se enfría.

Me pongo los pantalones y mi polera con capucha, saco los audífonos de mi bolsillo, guardo el cuchillo por si tengo suerte con las trampas y camino hacia la salida de mi apartamento con la música a tope.

Cuando estoy de otro lado del frio corredor, tranco la puerta con tablas y la cierro con llave, que guardo en mi otro bolsillo, atravieso el pasillo, cuyas blancas paredes están llenas de rastro de sangre y marcas de manos, retaso de los momentos finales de los no infectados que no lograron escapar de esta parte de la ciudad.

Me agarro de los barandales y comienzo el lento descenso hacia el suelo, eso de vivir en el pio veinte resultaba bueno, cuando me funcionaban mejor las piernas, cuando estaba vivo.

Salgo por la puerta de servicio, que es de un rojo brillante, salpicado de manchas oscuras, «sangre seca», también lo tapio, mejor que mi apartamento porque no tengo la llave de este.
El sol no ha salido, la neblina aun cubre la ciudad, eso es bueno, están inactivos.

Tengo un par de horas antes de que comiencen a moverse, no es que vayan a atacarme pero prefiero no arriesgarme, después de todo son diez millones a uno, después de varios minutos llego al súper.

Saludo al caminante en la puerta, quien me devuelve un gruñido, también a las cajeras, que giran su cabeza, tronando sus vertebras  y me miran con sus ojos hundidos.

—huy que buen culo, recuérdame ascenderte—.le digo a una mujer, que hace mucho talvez fuese hermosa, pero ahora solo es un cadáver, con medio brazo arrancado, pero en mi condición no soy muy exigente.

La luz entra por los agujeros en el techo, no la necesito, la infección nos doto de visión adaptativa, vemos igual de bien en la noche y el día, talvez por eso los sanos cayeron tan rápido, ellos necesitan descansar, nosotros nos.

Ellos necesitan comer, nosotros no, ellos tiene piedad, el resto no la tiene, yo me aferro a ella con todas mis fuerzas, callando y sometiendo los impulsos, negándome a vender mi alma para huir del dolor y la soledad. 

Tomo una canastilla y todo lo que necesito, un par de bolígrafos, papelotes, cinta adhesiva, plumones.

Me golpeo el mentón con los dedos resecos, pensando en que  me estoy olvidando, la comida para Víctor, no quiero acostumbrarlo a carne fresca de los animales que atrapo, porque la necesito para mantenerme controlado.

La música me acompaña, mientras camino hacia el otro extremo del lugar, pasando por la zona de comida fresca, que hace bastante que se pudrió, finalmente llegó hasta los enlatados.
Recuerdo que deje un par de trampas por aquí, a los conejos le gusta hacer su madriguera, en los huecos de las despensas.

Escucho un gemido, me quedo quieto, comienzo a avanzar a hurtadillas lo mejor que puedo, diseñe la trampa para que tense la pata del animal para que le sea imposible escapar una bes que le atrape, pero no me quiero arriesgar.

Comienzo a cubrir la distancia, los gemidos viene del otro lado de la larga despensa, desenvaino el cuchillo, salto hacia adelante, entonces le veo.

Pero ella no, es una sana.

Me quedo atontado por unos segundos como carajos sobrevivió todo este tiempo, bajo el cuchillo y me acerco, ella comienza a retroceder, hasta que la cuerda se tensa apretándole más el tobillo, ahoga un grito de terror.

—quien esta hay—.grita aterrada.

—cállate o vendrá y te comerán—.le respondo en vos baja.

—quien…quien eres tu—.dice arrastrando las palabras.

—eso no importa, te llevare a un lugar seguro—.me giro sobre mí, nadie se acerca, suspiro.
Corto la trampa, sin importarme si la pierdo, le sujeto por la mano ella me suelta y cae de culo, comienza a arrastrarse hacia atrás, esta aterrada.

— ¿Eres uno de ellos?—.está llorando. —si es así mátame con piedad, por favor—.guardo el cuchillo.

—estoy infectado, pero no te comeré, aún tengo mi humanidad—.sigue llorando. —no te pido que me creas o que vengas con migo, pero debes elegir quedarte aquí hasta que ellos vengan o venir con migo.

Empieza a duda y sollozar.

Me alejo tengo que levarle comida a Víctor, eh pasado tanto tiempo solo, que me da igual una desconocida.

Cuando empiezo a tomar las primera latas, siento paso bobos y alguien dando tropezones, el ruido de las latas hace eco.

Volteo, allí esta, apoyada contra una repisa.

Me guardo las latas en la canastilla y camino hacia ella sujetando su mano, esta vez se aferra.
Comienzo a correr, al principio torpemente hace mucho que no lo hacía, tratando de armar un plan en mi cabeza, si salimos ellos le olerán, debo disimular su olor.

La llevo hasta artículos de campamento.

—Cierra los ojos—.le digo rápidamente.

—porque—.le halo la mano ella asiente y lo hace.

Le echo encima la bolsa de café una tras otras, luego saco carbón y lo meto en su bolsillo, sino la viera frente a mí, no la encontraría.

Ya no puedo olerla, ellos tampoco eso bastara.

Tose.—por qué hiciste eso—.me increpa.

Su sentido más desarrollado es el olfato, sino no son capaces de detectar tu olor no te perseguirán y con suerte podremos burlarlos.

No le doy tiempo a asentir, comenzamos a correr, golpeo la puerta y veo como los primeros haces de luz caen sobre las ventanas rotas y las calles destruidas, se empiezan a despertar.

No nos detenemos, a pesar de que ella jadea por el agotamiento, ya habrá tiempo para descansar.

Finalmente la empujo hacia dentro del edifico, le sigo y tapeo la entrada, con todo lo que tenga.

Cuando termino la obligo a subir los veinte pisos sin pararse, rogando por que no se muera de un paro cardiaco, cuando finalmente entramos a mi apartamento, ella se desploma sobre el suelo.

La abofeteo para que despierte, solo consigo un sonido ronco, sus pechos suben y bajan está respirando eso es bueno.

Solo esta inconsciente.

Víctor se despierta por el alboroto.

Corre hacia mí, le indicó que se siente, lo hace.

Termino arrastrándola hasta la habitación de invitados con algo de esfuerzo logro ponerla sobre la cama, cierro la puerta y le ordeno a Víctor que vigile.

Salgo hacia el balcón y miro hacia abajo, salvo uno poco que me están mirando el resto sigue moviéndose sin saber nada, ha funcionado no la han detectado.

Aro una lata de comida para perros y se la sirvo a Víctor, que la devora con avidez, mientras mueve la cola, le acaricio la cabeza.

Luego le ordeno que me traiga el diario, lo hace.

Hoy es jueves segundo de marzo, ha sucedido lo imposible encontré una superviviente y es mujer, ella está agotada por la carrera improvisada de dos kilómetros que hicimos hasta aquí, espero que despierte para mañana.

También eh conseguido alimento para Víctor, suficiente para un mes, no creo que el dure tanto, hoy se asfixio un par de veces, pero logre hacerlo respirar.

Mi reservas de carnes escasean en unos días deberé ir a casar algo y conseguirle comida a la nueva huésped.

Eh comenzado a trabajar en el cartel de S.O.S, supongo que lo terminare más rápido si ella quiere ayudarme.

Recordatorio, tengo que llevar a Víctor y la mujer lo antes posibles al otro lado de la frontera, corren peligro de muerte aquí, a cualquier precio.

Cierro el diario y camino hasta mi cuarto, Víctor se ha quedado dormido frente a la puerta donde esta ella.

Dejo el cuchillo sobre la mesita igual que el diario, me quito los audífonos y apago mi móvil.
Cierro los ojos.

Los ladridos de Víctor mes despierta, la mujer está frente a mi blandiendo el cuchillo, con los ojos desorbitados—no te muevas o…—me grita y se pausa.

—o que me mataras, ya estoy muerto, no funcionara—.me levanto como si nada hacia ella, Víctor le ladra esta entre ambos.

—matare al perro—.baja el cuchillo hacia él.

—tranquila, no crees que si quisiera comerte ya lo habría hecho, así me hubiera ahorrado el trabajo de traerte hasta aquí—.ella ladea la cabeza como pensándolos, pero vuelve a mover el cuchillo cerca del hocico de Víctor, que empieza a jadea, pronto cae al suelo, respirando con fuerza.

—como sé que tienes humanidad—.pregunta sin soltar el arma.

—Ves ese diario de color rojo sobre la mesita, ábrelo y lee cualquier página, hay esta mi humanidad—.digo señalándolo, cuando lo toma y guarda el cuchillo, me acerco a Víctor, para hace presión sobre su pecho.

Empiezo a contar hasta diez y repito, en la segunda vez, abre los ojos, lo abrazo contra mi pecho, sintiendo su calor.

Hago fuerza sobre mis rodillas y lo llevo hasta su cama, cuando volteo, veo que se a quedado embobada leyendo mi diario.

Pasa las hojas y veo algo que cae de este.

Ella se agacho para recogerlo, lo sostiene en su mano, «parece un fotografía». —ellos son tu familia—.dice avergonzada, me la muestra, veo a la mujer, junto al hombre que algunas ves fui, sosteniendo en brazos a nuestro bebe, un golpe seco me presiona los pulmones.

Si estuviera vivo tosería.

Solo atinó a asentir.

—Que les paso—.dice poniendo el cuchillo donde seguramente lo encontró.

—estábamos rodeados por los sin almas, mi bebe lloraba y mi esposa también, debíamos subir a la azotea del edificio, la tome de la mano y corrimos, yo iba delante apartándolos como podía, a puñetazos y patadas—.le muestro mi brazo rasguñado, bajándome la manga.

—logramos subir, botando algunos hacia el primer piso, la puerta estaba vencida—.empiezo a recordar el sonido de los rotores taladrando el ambiente, a mi familia llorando los empuje hacia afuera, a la azotea.

Me puse en el marco de la puerta y comencé a pelar contra todos, para darles una oportunidad de virar.

—pelee contra ellos, para darle tiempo, yo ya estaba condenado—.señalo las marcas en mi brazo. —lo último que escuche fue el helicóptero alejándose, voltee para ver a mi esposa yendo a una zona segura, sonreí, ellos dejaron de atacarme ya estaba infectado.

Creo que está llorando, deja el diario en la mesita y me alcanza la fotografía, cuando la sostengo, la tristeza me invade, pensar que mi pequeña creciera sin un padre, me rompe el alma, espero que mi esposa se halla vuelto a comprometer y este viviendo a salvo del otro lado del muro.

—Tienes que irte—.le digo arrastrando las palabras, lloraría si pudiera. —hacia el otro lado de la frontera—.señalo la vista por el balcón.

— ¿Tienes un plan?—.pregunta secándose las lágrimas.

—estoy haciendo un cartel de S.O.S—.talvez eso funcione.

—Vale la pena intentarlo—.sonríe.

Las siguientes horas pasan entre trabajar y cuidar de Víctor, esta empeorando.

—voy a traer algo de comer—.le digo, ella se seca la frente, otro beneficio de estar muerto yo no sudo.

—que haces aquí para divertiré—.pregunta burlona.

—juego con Víctor, miro a través del balcón y escucho metal—.ella sonríe, pero luego se vuelve una mueca de curiosidad.

—espera escuchas metal…—.pregunta.

Le interrumpo. —sí, que no te gusta—.le increpo

—me encanta, pero digo en que lo escuchas—.pregunta con algo de esperanza.

Le enseño i móvil con mis auriculares, que saco de mi bolsillo, su car aparece iluminarse, se levanta de golpe, dejando el rotulador y se acerca a mí. — ¿Funciona?—.pregunta con avidez.
Asiento. —porque no lo utilizas para llamar al otro lado—.me increpa.

—lo intente pero todas las personas que conocí, están muertas, son caminantes sin alma o simplemente se cambiaron de numero—.ella se tapa la boca para ahogar una macabra sonrisa, igual la noto.

—Entonces te traeré galleta y algo de agua, te parece bien—.ella asiente.

—déjame el móvil, junto a la pancarta tendré más oportunidades de salir de aquí—.comienzo a alargar el brazo pero me detengo y lo sujeto con fuerza, igual que ella, empieza a jalar sin éxito.

—Con una condición—.ella me mira desconcertada.—¿Qué quieres?

—llévate a Víctor y dale atención médica, no soportaría verlo morir en este infierno—.señalo al final del corredor.

—considéralo hecho—.le dejo tomar le móvil, cojo el cuchillo y lo guardo, salgo del apartamento cerrándolo y trancándolo por si acaso.

Cuando llego al súper, lleno la canastilla con una taladro y un par de baterías, estas ves me asegurare, tomo un ciento de torillos de siete pulgadas para cemento.

En la sección de enlatados cojo un agua embotellada y unas galleta saladas.

Cuando regreso al edificio, primero subo hasta mi apartamento.

Veo a la mujer sonriéndome. —ha respondido enviaran un trasporte en una horas, los convencí para que traten a tu perro—.le sonrió, lo mejor que puedo, ella se ríe.

La acompaño a la mesa de plástico, le doy el agua y las galletas, comienza a comerlas.

Cuando termina le explico mi plan que consiste en arrancar las puertas de los pisos para tapiar la entrada de abajo y la entrada que da a la azotea, ella asiente.

Me devuelve el móvil con los auriculares, los guardo en mi bolsillo.

Pasamos la siguiente hora destrabando puertas y atornillándolas, ella me cuenta que pertenece a un grupo de científico que vino para evaluar a los caminantes sin almas, que comprendieron que se estaba deteriorando rápidamente, pero no lo suficiente para su propósito.

Pero como ya lo había notado, ella fue la única que sobrevino, al resto se los comieron.

Que la ciudad necesitaba expandirse hacia esta zona.

Entonces me dio una noticia agridulce en mi condición, que bombardearían con bombas de calor toda esta parte de la ciudad, me dijo que sentía no poder llevarme, yo le explique que no tenía  que sentirlo, que ya estaba muerto de todas formas.

Ella cargaba a Víctor en sus hombros, yo arrastraba un par de puertas, cuando llegamos al azotea ellos se refugiaron el incesante calor, a mí me daba igual, tranque la puerta, ahora sería imposibles que esos hijos de puta entraran, sonreí.

Cuando termine, me leve las manos a los bolsillo, buscando algo que deje hace mucho, algo que pensé nunca entregaría, me acerco a ella, que acaricia a Víctor.

—necesito que le entregues esto a mi esposa—.le doy el sobre.

—pero como la encontrare—.pregunta.

—Lo escribí en los días posteriores a mi contagio, cuando aún recordaba mi nombre y el suyo, por favor entregárselo—.ella asiente y guarda la carta en su pantalón.

Escucho las hélices acercándose, entonces aparece el helicóptero, que sobre vuela a unos tres metros de nosotros, hay dos hombre armados en la puerta apuntándome con sus miras laser.

Ella se pone entre las armas y yo. —NO DISPAREN, POR EL ESTOY VIVA—.les grita, los agentes se miran incrédulos uno segundos, finalmente deciden bajar las armas, suspiro no se bien por qué.

Cuando la nave aterriza, todo los sin almas se despiertan, sintiendo el olor a carne fresca, su murmullos se vuelven gemidos que hacen eco en la ciudad.

—Gracias—.se despide de mí con la mano, se sube cargando a Víctor, yo le devuelvo el gesto, ciento un vacío cuando se aleja pero sé que estará mejor del otro lado.

Los observo hasta que llegan al otro lado de la frontera, paco los saludas y desaparecen en la ciudad protegida.

Los golpes contra la puerta no se hacen esperar.

—se ha ido hijos de puta, han perdido, de nuevo—.digo con satisfacción.

Las horas pasan y el golpeteo inicial se vuelve un ligero ritmo, se le abran ido las ganas.

Me siento a unos metros del borde contemplando por última vez la ciudad, que hoy luce más hermosa, pensando, esperando, rogando que en algún lugar mi esposa recibiera mi carta, sonrió, aunque ya he olvidado que escribí exactamente, sé que era algo bonito y emotivo.

El cielo se inunda de aviones que lo surcan.

Me llevo los audiófonos a los oídos y pongo mi canción favorita “Five Finger Death Punch - Never Enough”

«No tengas miedo, no huyas, no le muestre tu temor» me repito, levantándome, caminando hacia el borde del edificio, comienzo a tararear la música, abajo los sin almas están inquietos, talvez previendo su final.

Subo a tope el volumen, para dejar de escucharlos.

Les hago la peineta, comienzo a cantar.

“…He oído a Dios hoy, y sonaba justo como yo.
Lo que hice, y en quien me convertí.
Hoy vi al Diablo y se parecía mucho a mí.
Miré hacia otro lado, me di la vuelta…”

Veo las bombas caer y las llamas subir, reflejada en los cristales rotos.

Salto, hacia el mar de fuego, que me abrasa, mi hora ha llegado.

Cierro los ojos, sosteniendo en mi mente el recuerdo de mi familia, de mi esposa e hija.

Eh manteniendo mi humanidad hasta el final, sonrió.

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