MÔR. |
MÔR
Gimen y se retuercen tratándose de zafar de nuestras
cadenas, sonrió mientras veo el sudor emerger, eso les dará un mejor sabor, lo
pequeño charcos delante mío, se llenan ondas, mientras el pesado eco, de su
grasa golpea contra la roca, la escucho bufar, «esta hambrienta»; los verdes
ojos de la mujer van de un lado hacia otro, el pecho del hombre sube y baja
dentro de su empapada camisa, recordatorio de cómo lo arrastre hasta aquí.
Estaba a punto de regresar a nuestra caverna cuando, vi un
fuego a los lejos algo distorsionado por el agua, pero estaba allí destacando
de la fría noche, mis piernas se proyectaron
con fuerza, arremolinando el agua a mi alrededor.
Me acerque hasta que, mis aletas casi chocaban con el fondo
del mar, una figura borrosa emergió al lado del fuego, levante la pesada cabeza
por encima del agua, allí estaba, sosteniendo una botella con algo agitándose
en su interior.
Creo que los humanos le llaman licor, bueno a este parecía
encantarle le daba un sorbo después de extender el brazo con fuerza hacia mí, no,
hacia las estrellas.
Un vieja ceremonia en honor a sus muertos, sonreí, sin
importarme le sabor saldo que me entraba en la boca.
Luego acerco la copa con fuerza hace el montón que sería su
cabeza, ridículamente pequeña, se golpe el pecho de inmediato como si el licor
le quemase por dentro, espero que no le estropee el sabor o lo mejor le da un
toque a mentol, quien sabe.
Mi tutora conto que una vez consumió a un cazador mientras iba
en busca de una foca, el idiota seguramente pensó que atraparía una gran presa
cuando vio el hoyo de respiración que dejo, en su lugar un par de fauces le tomaron,
hacia las profundas y oscuras aguas.
Dijo que sabía a aceite de pescado, no lo sé, yo nuca eh
comido pescado, por suerte nací, cuando los brujos se extinguieron, ella nos
contaba que hace mucho cuando los hombre podían despertar un devastador poder a
través del dolor lo suficiente para rivalizar con nosotras.
Así enclenques y chavalas que de otra forma serian un aperitivo,
casi molían a golpes a nuestras iguales, lo más peligrosos eran las antorchas rojas,
pero estos últimos solo son leyendas, un cuento para asustar a las pequeñas,
para que respeten el rito.
«Si le arrancas el corazón, antes de que grite y te suplica,
vendrán las antorchas rojas y te acabaran»—. Sonrió, llevando más agua al
interior de la boca, cuando recreo la frase con la vos de mi arrugada tutora.
Que cuando la persona perdía algo que amaba, casi siempre el
dolor le quebraría el alma y se dejaría flotar con tranquilidad hacia nuestros
dominios pero en raras ocasiones algo gigantesco despertaría, el fuego no le
consumiría lo renovaría, como si el agujero en su alma hubiese abierto una
puerta hacia el infinito.
La noche se iluminaba por su rabia.
Por suerte esos tiempo pasaron y los humanos ahora nos temen,
a lo mucho sueltan unas lagrimitas cuando nos llevamos a uno para desayunar, a
cambio le dejamos pescar en paz, de lo contrario derivaríamos su botecitos con
el peso de nuestro ser.
O arrancaríamos sus brazos, para ver el hermoso arcoíris
magenta salir a fuerza, mesclado con sus gritos, dicen que eso les ablanda, de
todas formas tengo buenos dientes.
El chapoteo de sus pies, me devuelve, subo con fuerza, para
dar una bocanada de aire, llevando el sabor de las cenizas y un regusto de su esencia,
su sudor mesclado con algo de llanto, con un par de gritos quedara divino.
Me sumerjo chocando la mandíbula contra la arena, que se
levanta enturbiando el agua, sacudo la cabeza para dejar que las partículas me escondan,
me apoyo de mis aletas también
«Esto será fácil otro descorazonado que perdió a su amada de
seguro», sonrió juntado los labios, no quiero que las burbujas de aire me delaten,
veo como sus delgadas y velludas extremidades bajan, hundiéndose levemente en
el banco de arena a metros de mí.
El pie baja y me proyecto, abro las fauces lo suficientes
para tomarle ambos pies, la cierro con suavidad no quiero arrancárselos y desperdiciar
el preciado elixir, solo quiero llevármelo.
Comienza a luchar, pero es inútil, solo consigo hundirlo más
mientras maniobro, hasta dejar a penas su nariz en el exterior, intenta golpearme,
pero más allá de que la grasa sirva como escudo, apenas es como un mosquito,
mejor así no quiero que le de hipotermia.
Detesto la comida fría.
Me adentro unos doscientos metros hacia el mar, demorándome más
de lo que quiero porque debo bajar la velocidad o terminare con medio humano, a
pesar de estar media sumergida, escucho con claridad sus gritos, cuando acelero,
a veces solo, para escucharle gemir.
Empiezo a ver la isla, evo calcular bien mis tiempos, hay un
sistemas de cuevas que conecta la superficie, con las entradas submarinas, hay
tendrá aire para que pueda sobrevivir, pero no en el trayecto.
Me impulso son fuerza reconfortándome en el grito que se ahoga,
cuando el agua le tapa y me termino de hundir, me muevo como un misil cortando
las corriente, esquivando las rocas, buscando las luces que marcan nuestra guarida,
llegare n poco el hombre esta dejado de luchar, «ella debe estar hambrienta».
Su figura comienza a emerger del espacio oscurecido que
dejamos natural de la cueva, pronto la suave curva de su frente se proyecta la
mujer tiembla con fuerza, el hombre no tanto, a lo mejor es de lo que se mean
encima y ya, nada de temblores, una lástima los músculos sacudido tienen mejor
textura.
Sus aletas golpean con fuerza el suelo, elevando las gotitas
de los charquitos salados, contorsionando su hermoso y grueso cuerpo, la pálida
capa de escama le hace brillar contra la iluminación, la aleta que está un poco
detrás del final de su cabeza, por encima de la unión con el resto de ella.
Esta erecta, con las espinas distanciadas dejando ver la
membrana translucida, «debe estar ansiosa».
—oh mi dulce, dulce…—.no termina la frase, su lengua se
pasea entre los jugosos senos de la mujer que gime entre miedo y excitación, las
gotas de saliva resplandecen mientras bajan hasta su piel, contra la luz artificial,
que el hombre mira desconcertado.
—se llaman luces artificiales—.digo, pero el ladea la cabeza,
supongo que piensa que soy un alucinación, por todo el licor que debe tener en
la sangre o por que de seguro nunca vio una, intenta extender sus manos inútilmente,
hasta que las cadenas le contienen.
A veces olvido los primitivos que son esta especie, llevan
poco tiempo en nuestro mundo en comparación a la nuestra y lo probable es que
se quedan un poco más, una lástima son un excelente platillo, si le sorprende
lo de las luces no quiero ni pensar que hará si le enseño mi móvil.
Siento los dedos golpeándome la frente, recordándome que lo
he dejado en la cueva de nuestra tutora.
Los pongo delante de mí, esas delgadas extensiones, sin
escamas o piel entre ellos, son como salchichas sin relleno, recuerdo que de
pequeña me gustaba arrancárselos despacio, viendo como su lagrimas corrieran
por su ensangrentadas caras, hasta que se desmayaban del dolor.
Son una botana algo huesuda, pero sirven para pasar el rato
hasta el plato principal.
Cuando volvían seguía, hasta que tenían un bonito muñón, al
final de sus delicados e inútiles brazos.
La baba comienza a escurrir por mi pequeña boca,
preguntándome si es verdad lo de que los humanos hacen pausa para masticar su
comida por necesidad, en vez de placer para alargar el sabor a la sangre en su boca,
pasando la lengua por las heridas que salpicaban el hermoso liquido rojizo o sintiendo
la rugosidad de los ojos recién arrancados.
Lo gomoso de las orejas, la saliva forma un hilo de baba que
se proyecta hacia el suelo, donde mis pequeños pies me saludan, «no aguantaría
tener que ser tan débil siempre», suspiro.
Su lengua juguetea, tomando y soltando la baba sobre los
pechos de la chica, rasgando su blusa en el proceso, no parece importarle, sus
piernas se contorsionan, sino fuera por, los garrotes, seguro sus manos le
apoyarían en el trabajo.
Nuestra tutora insistía en darles un último gozo, además de
que es una salsa de un sabor interesante y compuesto, lástima que solo salga
tan poca, aunque eso depende de la persona y la forma en la que se realiza esa
parte del rito.
— ¿Qué quieres que sea?—.pregunta mi compañera dulcemente,
con su gigantesco ojos negros, que hacen ver como cabezas de alfileres a los de
la humana, son tan grotescos, sin aletas o escamas, solo piel, un envoltorio
ergonómico para los deliciosos y jugosos músculos.
La tutora es una maestra en ello, le he visto destazar con
sus extrañas manitos de chica, dándole un buen uso a esas proyecciones ridículas,
hundiendo las filudas hojas, lo justo para arrancarle la envoltura y como un
bonito caramelo.
Dejar el musculo expuesto y chirriante, pude echarle una
mordida a un muslo desollado, fue divino, sentir los músculos contraerse entre
los dientes, mientras arrancaba parte de este, el acompañamiento de los gritos,
el aderezo de la sangre y el sudor mesclado.
Su palma con mi cara fue lo próximo que sentí, después de
todo solo era una invitada, al final pude quedarme con los pies, no son muy apetecibles,
pero remojado en los jugos intestinales de sus miserables estomaguitos como que
mejoran.
La mujer le susurra algo entre medios orgasmos, no lo entiendo
hasta que su gigantesco ser, empieza a reducirse, me encojo de hombros, es un
petición rara, pero todo sea por el rito, pronto la blanca piel de su estómago
se torna rosácea y comienza a concentrarse hacia adentro.
Pronto una figura menuda aparece, en comparación con la
mujer de unos dos metro, es difícil saberlo, esta encorvada con las cadenas que
sostienen su cuello con fuerza, ahora ella es algo menor al hombre que está a
su izquierda y frente a mí.
Su cara de asombro no tiene precio «vamos a ver si es que el
también andan por esos caminos», me paso la mano por la barbilla para secarme
la saliva.
Cuando casi nos extinguimos el alto consejo decidió mandar espías
a las aldeas humanas cuando estaban vulnerables al bajar al lago desde las montañas,
para explorar y entender sus costumbres, la maestra fue una de ellas,
aprendíamos deprisa, camuflándonos entre ellos, ganándonos su confianza y
cuando se dabas la vuelta, ya era tarde.
Una colega había ido por caminos menos sutiles, acostándose
con cualquier hombre que la encontrase atractiva, aunque había un truco, sino
era atractiva para alguien, se volvía en ser de deseo, aquello a lo que le sería
imposible negarse, se dejaría caer en sus bajos instintos.
De apoco fue subiendo en el rango de la aldea, mientras
nuestras tutora seguía el tranquilo trabajo de documentar, manteniéndose con
uno o dos muertos que conservaba en salmuera en el pequeño hoyo que hiso debajo
e su carpa.
La gente empezó a sospechar, de que poco después de
acostarse con la extraña, nadie volvía a verles, pero ella se justificaba en
que les pedía los colmillos de un lobo como dote y que no era su culpa si los
bastardos no era capaces de defenderse de ellos.
La verdad es que eran capaces incluso en grupo hasta de
hacer retroceder a los osos, pero ella era mucho peor que esas criaturas adorables,
además que no les daba chance, hay un par de escritos de cómo les arrancaba los
testículos durante el acto con sus afilados dientes, para luego zamparse su cabeza,
antes de que el grito seco de dolor se convirtiese en algo audible para el
pueblo.
Por suerte el cuerpo aun tenía sangre suficiente dentro y no
paraba, contaba que le gustaba ver como el chorro de sangre manchaba el techo
de tela blanca y los palos que le sostenían, creo que le llego a gustar esto y que
no lo hacía ya por simple órdenes.
Decía que tenía un sabor a almendras, nadie más de nuestra
especie lo comprobó, lo cierto es que a veces, había un producto no deseado en
el proceso y no podíamos permitirnos que nuestro genes se volviese inferiores,
así descubrimos la salsa barbacoa, una rica y pastosa crema era lo único que
quedaba de los pequeñitos.
Todo iba regular, hasta que un día, acabo con un pequeño; Lo
próximo que supo nuestra tutora, es al pueblo alzado contra la que a sus ojos
era un monstruo, ambas escaparon regresando a su forma original, rompiendo el
hielo con su peso.
Ella cuenta a veces cuando esta abajo el alcohol, que jura haber
visto el hielo encenderse en un fulgor rojo,
mientras se alejaba y veía los pies a través de la capa de hielo, esquivando
las lanzas.
Pero después del décimo litro de alcohol, sus datos no eran
muy fiables, una vez casi me destroza el tobillo, salte hacia atrás, cayendo de
culotan no estaba acostumbrada a esta patética forma, un par de derechazos
después la hiso reaccionar, se disculpó y eso entre medias lenguas, bufaba con
suavidad a la vez que su aleta volvía a caer media dormida, a centímetros del
medio cuerpo desmembrado de un pobre bobo, que probablemente le confundió con
una bella y perdida mujer.
Levanto la cabeza y la dejo caer, para acercarse a los intestinos,
saldo la distancia, alargando su lengua, que con fuerza tomo la punta de este y
los succiono hacia el interior de su boca, de la que se proyectaban hilos de
baba y sangre, bajando por su pálida piel.
A ella le gusta darle ese toque clásico a sus almuerzos.
Yo soy más de instinto o lo Hera hasta que llego ese muchacho,
recuerdo que el sol golpeaba con mediana fuerza, nadaba cerca de un grupo de gente,
eran pocos y no estaban armados, creo que le llaman día en la playa o algo así.
Levante la pequeña cabeza, dejando que el pelo mojado me
bajara hasta la mitad de los senos, había un chaval nadando a un par de metros
de una pareja, al hombre le tomo unos segundo captarme o mejor dicho a las
protuberancias debajo, como pueden disfrutar de esas enormes bolsas de carne y grasa,
sin comérselas, yo no podría.
La mujer, le jalo de la oreja, estirándola un poco, y alzo
el brazo para saludarme, el tío bajo la mirada al final y se sobo esa parte de
la cara con la mano desnuda, igual que su torso el resto estaba cubierto de
ropa, «esos humanos, siempre tan pudorosos», la mujer llevaba una línea de tela
por encima de su cintura algo marcada, necesaria a mi vista, no había nada que
cubrir.
Me golpeo el mentón con los largos y frágiles dedos, en ese momento no me importaba quebrar una de la
reglas del rito, nunca devorar una cría humana, si hay adultos cerca, eso los
enfurece más de la cuenta.
Proyecte los brazos y volví a hundirme, hasta que la luz empezó
a disminuir, avance impulsada por las piernitas, lentísimo para lo que estoy acostumbrada,
hasta que llegue por debajo de su silueta en movimiento, su extremidades se
contorneaban para mantenerse a flote, los manchones de la posición de sus
posible padres estaba unos diez metros.
Espacio suficiente, comencé a ascender, desprendiendo las
burbujas de mi naricita, sin importarme el pelo que se me arremolinaba delante,
mis diente iban hacia su tobillo, le inmovilice con ambos brazos.
Sentí el peso de su pie estampándose contra mi rostro, me dolió,
no había grasa que lo frenase, me tomo unos segundos recuperarme, otro golpe en
la frente, hausa que volví a acercarme, tembló cuando mis dientes se clavaron
como pequeños anzuelo en su piel delgada.
Sacudí con fuerza hasta que sentí, la sangre bajar, mi
lengua se proyectó en el interior de mi boca para apresurarse a sentirla.
Mala decisión, era AB+, aparte la cabeza en parte por el
mareo y por el puñetazo de una gruesa mano a través del agua, que no la desacelero,
sentí mis huesos removerse por la intensidad del impacto.
Abrí la boca para llenarla con el agua salada, esperando enjuagarla,
por suerte solo fue un hilito, poco comparado la nube de sangre que se proyectaba,
ahora las tres sombras estaban unidas, protegiéndose y yéndose a la orilla.
Los brazos comenzaron a difuminarse en la pálida piel que se
extendía, hasta rellenarse de musculo, el mareo me estaba haciendo perder la concentración,
pero eso me ayudaba a seguir despierta.
Cuando mi cuerpo se extendió y lleno, me propulse a distancia,
escuchando el eco de los gritos de la multitud difuminado por el agua, pero aun
fuertes, no si era la influencia de ese veneno, que terminaba de salir de mi sistema,
pero el amarillo del sol penetrando como acuarela, se combinó con un brillo rojo,
hasta que solo era rojo y la superficie se llenó de burbujas como una tetera
hirviendo.
Me aleje con el dolor aun penetrando en mi cuerpo, nunca
antes había sentido tanta fuerza de un ser humano, probablemente fue por mi
forma transformada.
Su delgado cuerpo se proyectó, la gigantesca lengua le caía
hasta el ombligo, apenas entraba en su pequeña boca. —ahora mi pequeña, es hora
de condimentar—.soltó resoplando con fuerza, como si ya supiera lo que venía,
la mujer tenía la diminuta proyección carnosa afuera de su boca.
Coloco sus manos sobre sus hombros, que se sacudieron un poco,
pero ya estaba agotada, aunque debo admitir que le tomo un par de intentos, a
ella le gusta condimentarlos bien, sobre todo sacarle toda la salsa especial,
las mujeres dan más de ella.
La lengua comienza a pasa por los espacio de su cintura,
ella grita mientras la lijosa superficie, le produce marquitas que pronto se
llenan de sangre, igual de rápido que son lamidas por mi compañera.
Sino fuese por la gigantesca lengua que ahora rasga sus senos,
regodeándose entre los gritos de la chica, me costaría creer que esa cosita es
de mi especie, está subiendo hasta el cuello, una mano baja hasta sus senos,
presionándolo con fuerza, dejando la sangre salir.
para distraerle de que el musculo, comienza a enredarse alrededor
de la pequeña circunferencia de su cuello, moviendo sus cabellos pegoteados por
el sudor, cuando termina de rodearle, comienza a apretar con fuerza, los gritos
cesan, son reemplazados por el ronco sonido de su respiración entrecortándose,
no puedo evitar reírme.
Ella gira su cabeza con fuerza, sin dejar de apretar, echándome
una mirada asesina a través de sus ojos sin esclerótica, ahora dos canicas
negras, «está desconcentrándose».
Sus vertebras crujen, como un aviso de lo que me pasara si
continuo distrayéndole, me callo.
La salivosa lengua se aleja, dejando el cuello caer sin fuerzas,
la cabeza golpea hacia delante, pronto es levantada por su finos dedos, se pone
puntillas mientras se ayuda con la otra para dejar caerla, por la abertura
hacia su garganta.
El rostro del hombre se mancha de sangre, al igual que el alrededor,
dejando un poco la pared, la cabeza golpea fuerza el suelo y rueda hasta su piececitos,
la arrancado de un tirón limpio, bueno es un decir, porque el chorro de sangre
esta empapado, como una suave llovizna alrededor.
El hombre intenta inútilmente zafarse de sus cadenas, no sé
si para alejarse de la sangre o intentar inútilmente hacer algo al respecto,
igual no lo consigue, me lamo los labios al verle cubierta de una capa más de aderezos,
espero que la nadita respete mi turno.
Pronto con un sonido gomoso contrae el apéndice y comienza a
mascar la frente, intentando inútilmente introducir el resto del cráneo en su
pequeña cavidad, le toma un par de intentos darse cuenta y la escupe.
Un charquito de sangre comienza a emanar de esta, a la vez
que el principal comienza a decaer, el último contenido se escurre por los
improvisados ríos de sangre, que bajan hasta un gran charco rojo, que le ha
empapado el Jean.
Da igual ya no le sirve, me rio, pronto ahogo el sonido con
las manos, ella no parece darse cuenta, está ocupada bebiendo el contenido, sus
rodillas se apoya sobre la caverna al igual que sus palma extendidas.
Pasan los minutos descarnando y haciendo tiras el cuerpo,
sin levantarse del suelo, de apoco se vuelve una masa carnosa, sin la cabeza, ellos
se parecen al resto de nuestras presas, solo su sabor los hace destacar, mordisquea
la pierna y arranca un buen trozo, llevando su cabeza hacia atrás.
Su lengua se introduce por el tubo carnoso que ha dejado de
emanar sangre, para llegar hasta el interior de la pequeñita bolsa que es su estómago,
sonríe o eso parece, la gigantesca lengua no me deja diferenciar demasiado bien.
Hasta que vuelve a quedar apoyada sobre sus rodillas algo más
lenta, por el peso extra, lo suficiente para hacerla pasar por una mujer en espera,
se lleva ambas manos a la quijada para empaparla de la sangre, metiéndolas de
lleno en su boca, a la vez que tiembla y regodea con satisfacción.
Apoya un brazo en el suelo, rectándolo hasta dar con una tripa
que aún se contorsiona, sin enterarse que su dueña ya no está, la sujeta y
termina de erguirse, ahora la lengua descansa a una distancia considerable de
la línea de su espalda.
Rápido se lleva la punta del intestino de los labios y lo
succiona con rapidez en un sonido que hace temblar al pobre tipo, para unirse
al bulto de su proyectado estómago, lo palmea
y señala al hombre ahora frente a ella, yo niego con la cabeza.
—es mío, tú ya comiste no seas glotona—.le refuto, pero solo
agita la lengua, acompañada de sus ahora caramelos ojos, «supongo que con algo
en el estómago es más fácil concentrarse».
Ladea su cabeza y sorbe la lengua hasta volverla a encajar
dentro de su boca. —Déjame que lo prepare— .me suelta haciéndome ojitos, sabe
que no me resisto a ese color de ojos.
«Lo habrá echo a propósito», me encojo de hombro, cruzo los brazos
sobre mis pechos y asiento, volteando la cara. —solo eso, no vayas a zampártelo
también—.ella asiente con rapidez. —entendido—.recalco, pero ya no me mira en
su lugar extiende lo brazos, curvando su espalda hacia adelante proyectando la
masa carnosa empapada en sangre que
queda a centímetros del hombre aunque ella está bastante más alejada.
El hombre aparta la mirada, como si le asquease la escena.
—a lo mejor es de lo que prefieren escuchar en lugar de
observar—.digo, arqueando la ceja, si algo es destacable de los humano es que
son increíblemente imaginativos para las cosas relacionadas con el placer y sexo,
a lo largo de los cuatrocientos años yo y mi compañera hemos visto de todo,
algunas más creativas que otras, pero todo sea por el rito.
Ella se sienta con lago de dificultad, maniobrando su vientre,
hasta que lo deja descansar sobre sus piernas dobladas, quedando a la altura
del hombre encadenado, a centímetros de sus manos que luchan por alcanzarle; «a
lo mejor me equivoque».
Pero es inútil no hay forma que un debilucho humano quiebre
esas cadenas, incluso a nuestra especie le costaría romperlas, se necita de una
gigantesca fuerza para hacerlo.
—ya veo—.suelta algo acelerada, el cabello le baja hasta la
mitad de la espalda, es dorado aunque la sangre lo oculte, me pregunto si es
por un ritual hacia sus muertos.
Algunos miembros de su especie juran no cortarse la
cabellera hasta vengar la muerte de un ser querido, es raro la mayoría siempre
tienen el cabello corto, sonrió al ver la relación
—sabes hace unos diez años, mate a una niña—.esas palabras
hace que el tipo se contorsionen, pongo los ojos en blanco «no me vengas con eso,
tan rápido, en serio» .termino de arquear las cejas, su ojos se abren de golpe
rebelando un bonito par de verde color, que resalta a pesar de la escarcha de
sangre que le cubre el rostro.
—no había ninguna adulto cerca, eso es raro sabe, lo humanos
tiende a proteger a sus débiles crías, pero a mí me da igual—.se encoje de hombro,
mientras los suyos luchan por quebrar las cadenas.
—me acerque a ella como su igual, lo pequeño son tan estúpidos,
piensan que todo el mundo es amigable, está bien es la selección natural, los idiotas
y bastardos deben morir—.remata con una sonrisa culposa y se lame los labios.
—Su brazo se extendió para saludarme, tenía la playa a su espalda,
el sol brillaba con fuerza, había una figura a menos de cincuenta metros, se erguía
con fuerza, pero no era demasiado alto—.su mano se extiende para sujetar con fuerza,
la del hombre, que intenta zafarse.
Comencé a caminar hacia ella, peor su diente son más rápidos
y se clavan en su piel, el grita por el dolor. —DEJALO—.la jalo con fuerza
hacia atrás, haciéndola llevar una capa de piel con ella. —vuelve hacer eso y
le informare al alto consejo, respeta el rito—.sus ojos se empequeñecen por el
miedo, sonrió, sabe que ellos le matarían, tenemos reglas estricta para la
comida y un de ellas es no quitarle el plato a tu compañera.
Asiente y termina de tragar la fina capa, el hombre no para
de gritar, ambas nos reímos con fuerza, volteo a verle, pero no hay lágrimas,
eso es raro, retrocedo sin dejar de mirarle, con una sonrisa entre los labios.
—salte hacia adelante, el agua le llegaba hasta el torso, por
lo que su débiles piernas no lograron sacarle de mi curso, lo próximo que sentí
fue su sangre brotando desde el delgado cuello, llenándome la boca—.dice
lamiéndose los labios, como si pudiese sentirlo, las lágrimas comienzan emerger
de la cara del hombro, pero sus ojos no están abiertos por el dolor, sino entre
cerrados como si estuviese conteniendo algo.
—la figura acelero hacia mí, sus torneadas piernas no era
rivales para mí, los finos cabellos dorados de la pequeña ya se sumergían en
las oscuras aguas—.sus dientes crujen con fuerza, reconozco esa cara es enojo, no,
hay algo más, como una capa más profunda.
—ella se desgarraba la garganta gritando, yo sumergía mis
diente más, sabes el miedo le da un gran sabor—.su mano se extiende hacia su cabeza,
sometiéndola, obligándole a mirar a la roca, me refriego los ojos, un fino hilo
de niebla empieza a ascender, debe ser la niebla.
—gritaba PADRE, AYUDAME—.soltó fingiendo la voz, se le da
muy bien, el tipo solo apretó sus puños, como si no le importarse el dolor de
contraer la enorme herida en una de ellas, ya no gritaba, las lágrimas caían
con fuerza por su cara, sus ojos se cerraron con fuerza, formando arrugas en su
frente.
—idiota solo conseguía que el aire se escapase en una estela
de burbujas, su cuerpos e contorsionaba, golpeaba pero era débil, como todos
los humanos—.la estela haciende con más fuerza multiplicándose, no puede ser la
niebla, mi compañera aparta la mano con rapidez, mientras la sacude, como si hubiese
trocado algo caliente.
—te busque por mucho…—.suelta al fin, ella le mira desconcertada,
su vos en profunda y lenta como si las palabras
le quemasen el alma. —…ella era mi única familia…—.levanta de golpe la cabeza, pero
mantiene los ojos cerrados, demostrando que es la fuente del vapor que le
recorre e inunda el cuerpo, las gotas de sudor me recorren la frente.
Mis ojos se mueven con rapidez, uniendo los detalles. —MATALO—.ella
duda, adiando la cáveseme impulso con fuerza sobre mi pierna, proyecto mi brazo
hacia adelante, para golpearlo con todo.
Mi mano hace olas en la piel de su rostro, ero su cuello
sede menos de un centímetros, a pesar de darle de lleno, mis ojos se abren de
golpe y miro a mi compañera que asiente y arremete con todo golpeando su frente,
su cabeza casi no se mueve a pesar de que el golpe hace eco en toda la cueva.
Hasta que sus roncas carcajada ganan fuerzas, mis dedos
comienza a chamuscarse obligándome a retroceder a tiempo dejando por milímetros
las mano comprimida que buscaba sujetarme, su otra mano se proyecta y toma la
muñeca de mi compañera.
La sangre comienza a evaporarse y mezclarse con el resto de vapor,
oigo su brazo achicharrarse, gime con fuerza intentado zafarse del maldito.
Se afianza con fuerza en sus piernas, las cadenas empiezan a
temblar, una extraña sensación me recorre el cuerpo, mis corazones se aceleran,
nuestra especie lleva siglos sin usarla, así que tarda en llegar a mi mente, «tengo
miedo».
—tú ya no volverlas a…—.sus diente vuelven a crujir por la
fuerza con que los chocas, está llena de dolor y ahora entiendo el resto
también de odio, uno tan fuerte que se propaga como una ola, helándome la piel.
—…matar a ningún niño—.sus ojos se abren de golpe, pero ya no son verde, son rojos,
casi resplandecen sumergido en el vapor que se ha juntado a su alrededor, como
un aura que le rodea ahora.
Sus gritos encienden mientras, los dedos se quedan grabados
en su piel, al soltarle, retrocede cayendo de culo.
Su piernas se sacuden rompiendo las cadenas, las astillas de
metal vuelan hasta mí, siento el agudo dolor de estas clavándose en mi cuerpo,
pero eso me mueve, evo acabar con antes de que se levante. —MALDITA sea ATACALO
con TODO—.le grito, mientras mi brazo se expande y deforma en comparación a mi
delgado cuerpo, hasta que la piel pálida cubre al musculo.
Lo dejo caer como un mazo sobre su cabeza, volteo la cabeza
que empieza a pesarme, para verla terminándose de transformar, ha vuelto a ser
gruesa y gigantesca, apoyándose sobre
sus poderosas piernas que ya no terminan en aletas.
Su gigantesca mano, impacta contra su pecho haciendo temblar
la cueva, comienza a retorcerse, pero de a pocos se detiene. —lo hemos
detenido, débiles humanos, no son rivales aun con el despertar—.digo levantando
el brazo que ya no pesa, porque el resto de mi ha vuelto a su forma original,
ella sonríe con satisfacción, estirando su piel hasta los extremos de su ancha cara,
enseñándome los filudos dientes, con algunos restos de piel.
—remátalo, por favor, quiero probar algo de sesos ya sabes,
como postre—.dice pasando la lengua que ahora luce normal con sus actuales proporciones,
hasta dar con sus ojos, ambos fosos reflejan como si fueran cristal opaco.
—Vale, solo porque me lo dejaste para mí, pero vas a tener
que ayudarme—.ella asiente, retiramos nuestros brazos, el suyo deja una huella
de vacío, cuando sale del cuerpo del hombre, lo escucho respirar apenas.
Levantamos nuestros brazos a la vez juntándolos, como
pesados martillos y calculándolos para dejarlos caer sobre su cabezal bastardo había
logrado quebrar las esposas de su brazo, arrancando las cadenas del muro de
piedra.
—oye hagamos un brindis—.dice asomando la cabeza al lado de
sus brazos proyectados, que están juntos dándole la apariencia de una sola masa
de grasa y musculo.
—Eh, ¿por qué?—.digo arqueando el musculo de las cejas, pero
sin dar el peso a mi expresión, que luce monótona.
—por la pequeña bastarda que mate, sin ella no tendríamos la
dicha de comer a un despertado—.asiento, y muevo la cabeza hacia adelante para
indicarle que empiece.
—bueno agradezco al alto consejo por designarme a esa
pequeña presa, sin ellos hoy nos seria imposibles saborear a este humano, un iluso,
que creyó ser rival para nuestra especie—.sonríe, con malicia.—un débil—.remata
con asco y asiente.
—Otra cosa más—.bufo, ya me estoy cansando de tener los
brazos levantados. —es rápido, después de eso podemos ir a por un grupo de críos,
en esto días las familias vienen a veranear, ya sabes los cupos se llenaran
rápido—.asiento más por compromiso, aunque no me desagrada la idea.
Dejamos caer con fuerza nuestro, brazo esperando escuchar el
dulce crujir del cráneo siendo aplastado.
Lo segundos pasan y solo siento la roca, quebrándose por la
magnitud de nuestro golpe combinado.
Abro los ojos de golpe, al ver las esposas, tintineando al
terminar de golpear el suelo, veo una silueta cubierta de vapor, golpear a mi compañera
mandándola a volar, antes de que me mueva, siento la presión gigantesca quebrándome
los huesos de la mandibular.
Pero no toco la pared, solo siento otro impacto clavándome,
mientras gimo, desgarrándome la grasa y musculo del brazo derecho, cuando caigo
al suelo con fuerza, siento el sonido seco, de mi compañera siendo embestida
una y otra vez.
El dolor me quema el cuerpo intento apoyarme en mi brazo bueno,
para protegerla, por segundos veo mechones de cabello dorado agitarse luego sus
gritos desgarrándole la garganta, pero se mueve demasiado rápido.
Solo deja una estela roja, mostrando el lugar donde estuvo.
Me impulso hacia adelante, para erguirme, pero caigo sobre
mi rodillas, gimo cuando los tendones expuestos terminan de rasgarse ahora la
oscura sangre empieza a emanar de ambas partes unidas por apenas unas hilachas
de tendones y músculos.
Arremeto hacia la mancha encendida, pero le atino al aire,
yéndome de largo y chocando contra el muro de piedra que desmorona sobre mi
tapándome con las piedras, intento zafarme, cuando un dolor seco me recorre el cuerpo,
los tendones se tensan, una de la piedras debe haberme atrapa la mitad del
brazo.
Pero lo que me llama la atención, es a mi compañera con la
piel cubierta de moretones y un hilo de negro bajándole de la boca y brazos,
esta de rodillas siendo levantada, como si no pesase una tonelada por su débil brazo,
por un débil humano.
—BASTARDO es IMPOSIBLE que haya resistido semejante paliza—.le
grito impulsándome hacia adelante a pesar de la punzadas de dolor de mi brazo
terminando de cercenarse, las lágrimas comienza a correr por mis anchas
mejillas en parte por el dolor y por haber sido humillada por mi presa.
—MUERTE DE UNA PUTA VEZ—.mi piernas se afianza, saliendo disparada,
dejando un hilo de sangre que pronto se abre aun mar cuando dejo atrás el
pedazo de mi cuerpo, sierro el puño, sintiendo el aire quebrarse a mi alrededor,
viendo como una sonrisa se forma.
Haciendo ver demoniaco con sus ojos que ahora brillan como
antorchas y más que el reto de su cuerpo, el aura se ha expandido, hasta
envolverle.
El impacto retumba y resquebraja la cueva, dejando caer sedimentos
sobre mí, «eso debe bastar». Siento mi brazo bueno estremecer contra algo duro,
pequeño, supongo que es lo único que queda del humano, el resto debe estar
desperdigado por la habitación, me siento mal por mi compañera, talvez
encontremos los sesos si buscamos bien.
Abro los ojos esperando contemplar la hermosa escena, en su
lugar solo veo su desagradable sonrisa, su palma extendida se proyecta
haciéndome retrocederá pesar de estar afianzándome.
—Jure que no matarían a ningún niño y por eso acabare con
ustedes—.mi ojos se abren de golpe «como se atreve», antes de que pueda seguir pensando,
su puño choca contra el mío quebrándome los huesos del brazo, gimo mientras caigo
de rodillas, puedo oír respirar apenas a mi compañera.
—es imposible aunque nos mates, somos miles y tú solo uno,
el alto consejo te aniquilara, no eso sería demasiado amable, te dejara ver
como devoramos a todos los niños de tu especie y luego te mataremos—.digo contenido
un gemido en la amplia garganta, las leyendas eran ciertas.
—No soy el único—.dice regodeándose, el suelo tiembla cuando
mi compañera cae, soltando un pequeño gemido, sus ojos ya no brillan, su boca
se abre para dejar escapar más sangre.
Comienza a toser con fuerza,
echándome su sangre aún caliente en la cara. —huye…solo me quiere a mí—.me implora,
levantando torpemente su brazo, para soltar un gemido, debe estar quebrado como
el mío.
—madres, padres, abuelos, hermanos, hermanas—.continua y se
flexiona sobre su piernas, mientras el calor comienza a tostar la sangre sobre mí,
entonces así se ve un antorcha roja. —todo ser humano que algunas ves perdió a
quienes amo y que eligió resistir antes que entregarse cobardemente a la muerte—.continua
la cueva tiembla, por el poder que está desatando, el calor me carcome la piel
a pesar de estar a un metro de él.
—ustedes nos llaman débiles—.su dedo se proyecta con fuerza
hacia mí. —pero cometieron un gran error al quitarnos a quienes amamos, por
mucho tiempo vague sin rumbo, dejando que el dolor agrietara mi alma—.sus brazos
se comprimen, la energía fluye a un nivel impresionante. —y cuando el dolor
termino seguía vivo, dio paso a algo más grande, algo que compartimos los
millones que somos.
Su brazo se hunde en la piel de mi compañera, levantándola de
la extremidad superior, como una bolsa maltrecha de músculos adoloridos y
huesos rotos, su cabeza se gira con lentitud, como si aún luchara por mantenerla
en alto.
—este será un recordatorio, ve y dile al alto consejo que
hemos regresado y que lograremos lo imposible, si debemos reducir su reino a
cenizas con tal de proteger a nuestra gente lo haremos—.ella gime, abriendo la
boca completamente, mientras comienza a asarse de adentro hacia afuera
Una masa de carne amorfa y chamuscada en eso se vuelve ella,
cuando los gritos cesan y la grasa se escurre formando un hilo que desaparece
antes de tocar el suelo por la cantidad de calor que emana del brujo.
Agradezco el dolor que empieza a poner borrosa mi visión,
para no ver como su huesos caen, al terminar de quemarse su ser.
Veo su figura difuminándose en la llama que le rodea, el
aire cargado con el olor a piel chamuscada de mi compañera, el regusto en la
boca a sangre y temor, los corazones acelerando, mientras la silueta se acerca
hacia mí.
—ve y dile a tu especie, que la humanidad se levantara, la
guerra ha comenzado—.apenas entiendo sintiendo el calor perforándome las entraña,
hasta que su pie me hace botar con fuerza contra la roca, mandándome a la
entrada de agua, por la que le traje.
La sangre se disuelve en el agua uniéndose a la oscuridad,
choco contra los muros de piedras, en parte por tener solo una aleta y que
ahora me guio por la temperatura del agua, más que por mi visión, tratando de
centrarme y entender el terror que acabo de presenciar, esperando que su amenaza
solo sea una broma de un loco.
Que no sea verdad que millones de antorchas se han levantado,
después de lo que parecen horas o es por mí agotamiento y la pérdida de sangre,
me muevo lentamente, medio ahogada hacia el sol que se proyecta con fuerza a través
del océano, que lo matiza y resalta como una naranja.
Es raro las estrellas siguen en su lugar, levanto la cabeza,
para comprender que no es el sol lo que brilla a lo lejos, que aún es de noche.
El olor a sudor quemándose me golpea, acompañado de una
ola fría pero invisible como si todas
esas almas, se uniesen en su odio hacia nosotras.
Un fulgor rojo baña todo el largo de la costa, como un
gigantesco incendio, el miedo se junta con el dolor, hasta que mi cuerpo convulsiona
y me precipito al fondo de la mar dejando escapar las últimas burbujas de aire.
No llegara hasta el ato consejo, para decirle que la
humanidad se ha levantado, que nos volverán cenizas.
Que han regresado los brujos.
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