EL CONEJO VENDRÁ CAP#2 BESO
EL CONEJO VENDRÁ CAP#2 BESOFANFIC DE SIEMPRE AL OESTE, CUESTE LO QUE CUESTE |
EL CONEJO VENDRÁ CAP#2 BESO
FANFIC DE SIEMPRE AL OESTE, CUESTE LO QUE CUESTE
DE AUTORA:Celia Navidañó (@BrujadelTeatro)
EL CONEJO VENDRÁ CAP#2 BESO
Un paso, luego otros, más cerca, más cerca, como pequeños ecos en el recientemente vacío corredor, del otro lado de la puerta una respiración que se agita de a pocos y el dulce bajando por su garganta, con los ojos morados aun abiertos, a su izquierda el chico recién nombrado como Hägermarzen, le observa con un sonrisa nerviosa.
—.Se encuentra bien señorita—.suelta la cara regordeta con un par de gotas bajándole por el borde del rostro, al otro lado del vidrio a media que la manija comienza a moverse, retrocede por instinto y asiente a la parte que logra ver a través de la ventanilla.
La puerta termina de abrirse, su pecho se recuesta contra la pared con las manos resguardadas por sus mangas largas, tratando de perderse en el acolchado, mientras la puerta empieza acercarse como un emparedado de bolas de algodón, hasta detenerse con suavidad contra su tórax.
—.escuchaste algo—.remata, como si el diera vueltas a la idea para no decir que se le acaban de escapar de nuevo el chico—. ¿Por eso estas despierta?, ya son más de las tres—.un paso acorta la distancia entre ellos, es más alto, pero aun así su ojos se le clavan, sin fijarse que a centímetros, del blanco sucio en comparación de su camisa que se medió camufla, está el.
Dejando pasar la idea de que la puerta que debería estar cerrada no lo estaba, para llenar esa parte de su mente con el rostro de la chica y una sonrisa asomando por su labios rotos, dejando pasar que todas las llaves las había dejado en su diminuto despacho, al salir como un rayo o bueno los más rápido que su kilos de más le permitían por el chico ladrón de comida.
Sus mejillas se desinflan cuando termina de pasar el pastel—.sabes aquí tenemos políticas estrictas, aunque eso ya lo sabes—.el brazo se tensa dando un recorrido rápido al cuarto acolchado, apuntando con el dedo.
Voltea el rostro, para revisar si realmente está allí, pero sus parpados empiezan a pesar y pasa por alto la diferencia de tonos, un escalofrió le recorre, mirando hacia abajo sus brazos atados, sacude la cabeza para apartar la idea y despejarse, solo con sigue algo de lo segundo.
—.tengo insomnio—.retrocede, otro paso, pero rápidamente acorta la distancia, puede sentir su sudor por la distancia—.no escucha nada, estoy bien—.una tras otras las palabras se agolpan ya sin dolerle la garganta, no tanto como antes, pero aun algo ronca, tratando de apartarle.
—.podemos arreglar eso, si me acompañas te puedo llevarte a la enfermería—.su tono cambia, más lento, arqueando un ceja buscando sonar galante, pero solo logra que el sudor brote con fuerza—.a estas horas ya está cerrada, no para mí, podríamos buscar algo juntos—.le sonríe, ella pone los ojos en blanco, como su mano subiendo por sus brazos contenidos.
Se sacude y tensa los musculo, si pudiera, le golpearía, pero no puede, así que le lanza una mirada asesina, con las cejas arqueadas y la boca reducida a una línea—.solo lárgate o…. —.el dedo índice ahora descansa sobre sus labios.
—.llamaras al guardia, aquí me tienes—.termina con mueca soberbia, un paso más sus labios son presionados, cuando el brazo acortar la distancia, sin que ella retroceda, en su mente la ideas golpetean de a pocos levantando por un momento, por un aleteo, la capa del aturdimiento que se vuelve pesada.
Su brazo se sacude, cuando el dolor le sube por el dedo apretado entre sus dientes, logra zafarlo porque ella afloja la mandíbula, un paso y otro más ella avanza, el retrocede hasta llegar al marco de la puerta, su rostro casi toca su pecho sudado, dándole empujoncito con los brazos encapuchados.
—. ¿Qué sucede, necesitas una bendita?—.escupe el sabor de la piel arrancada hacia un lado, sostiene su mano con el otro brazo, el dedo pulsándole y las cejas levantadas, cerrando los dientes con fuerza—.por que no te vas a la enfermería—.un temblor recorre el brazo bueno—.o puedes esperar a Alicia, ella vendrá para verme dentro de poco
—.Maldita ENGREIDA—.los músculos se tensaron, los ojos morados se empequeñecieron un segundo, los nudillos se endurecieron preparándose para el movimiento.
Las bisagras crujieron, el peso sobre sus pecho se fue, las mangas largas tensaron la puerta, la cara se aplano por el momento y el cuerpo cayo hacia tras por la fuerza del portazo.
Un grito seco le lleno, la garganta, con sabor a sangre de sus encías, gateando se alejó de ellos, hasta que llego a la esquina de la L y pudo apoyarse en la pared, en su confusa mente, en parte por el golpe y en parte por el cansancio, lo que Capucha Mostaza le dijo era calado como cierto, comenzó a alejarse.
Un paso, luego otro hacia atrás hasta dejarse apoyarse en la pared acolchada, observándole, al chico con la pequeña sonrisa—.Gracias…por no delatarme—.remato, un ligero temblor en la punta de los pies, otra oleada y la manta de la pesadez iba cubriéndoles, sin permitirle otro aleteo, el ave comenzaba a formarse translucidas en el humo que crecía de un lugar inexistente, asintió con lentitud.
En su mente pequeños agujeros se habían hecho espaciados por la pared, si uno pudiera asomarse por ellos, pegar mucho el ojo, momentos iluminados por el sueño brotarían, una tierra de arena donde los muertos aun caminan, un reino de colores donde una pequeña regia, eran grandes aun, pero otros querían pasar agolpándose a las hendiduras fragmentándose y convirtiéndose en imágenes o ruidos sueltos.
Una bala por aquí, una risa por allá, el cantar de un ave y una fantasma que deambulaba, talvez buscando algo de pastel del otro lado del muro, talvez buscando al chico que robo unas rebanadas, el que estaba de pie a pasos de alguien que le costaba mantener los parpados abiertos.
Un latir, le sacudió el cuerpo, se quedó quieto, mirándole, su cuerpo firme, pero la cabeza gacha, con las líneas rojiza apuntando al suelo, los brazos en su interior sostenidos solo por la tela tensa—.estas bien…—.se pauso, no sabía su nombre, un par de pasos y estaba en medio de la habitación.
El ave aleteaba, clavando sus garras en la tela del techo, sus ojos negros, como canicas, que reflejaban la escena invertida por la posición.
Lo dudo, pero su abrazo se extendió con algo de temblor en la muñeca, hasta tocar su hombro, el calambre subió por la planta de su pie, pero esta bes no había una pared para recostarse, su brazo intersecto la parte media de su espalda, pero no pudo sostenerle, le tomo desprevenido y en un mueca absurda, se tropezó, se tropezaron.
El otro tratando de hacer una línea al lado de su cuerpo con el brazo libre, aunque esto le acalambre, apartándole de sus brazos atados, podía sentir su respiración y un leve ronquido, su cuerpo agitándose, tratando de zafar el brazo debajo de ella, tratando de no juntar sus rostros, que se acercaban con cada sacudida.
Un zumbido eléctrico, le empezaba a recorrer, en el interior los brazos se agitaban y él lo noto, tratando con más fuerza, hasta que comenzó a ceder debajo de la piel, apartándose de a pocos hasta quedar parte de la muñeca y la mano, pero mientras más cerca de sacarlo, mas temblaba, como si algo en su interior quisiera salir.
Las garras empezaban a destensarse, las plumas a sacudirse, como si le incomodara su posición, su pico pendía, con atención, giro el cuello más allá de lo natural, del común.
Su espalda se tensa, con la electricidad recorriéndole, su cabello se agita cuando se levanta, un poco, acortando distancia, sus cejas se tensan, cerrándose sus parpados como los de ella, los labios se aflojan cuando se juntan, un suspirar entre los dos, el de ella por parte de su sueño y el de el agitado, aprovechando para quitar la mano del suelo acolchado.
Su cuerpo algo tenso como si solo el beso le sostuviese de caer.
Sus ojos se abren de golpe, cuando lo que comienza como un suave temblor se convierte en arrebatos, que solo son contenidos por las mangas, como si su piel quisiera escapar, como si algo golpeteara desde adentro, un hilo de baba separa sus labios, con un ligero rechinar de sus dientes en movimiento, retrocede al suelo acolchado, un gruñido de dolor, la sangre palpitando debajo de su frente, cuando su cabeza golpea con fuerza contra la del chico.
Cayendo de culo, empieza a retroceder con un mano atrás y otra en su frente—.pero que demonios…—.musita entre dientes y es detenido el torrente de pensamientos y dejando de lado el palpitar de su piel caliente, por un temblor más fuerte, esta vez el cabello se agita cubriéndole la mejilla cuando cae y antes de volver a remontar, de un lado a otro sin llegar a rodar su cuerpo se agita.
El chico en silencio, con un nudo en la garganta por lo que acaba de presenciar y por la escena que tiene en frente, parecer meditar su opciones, el guardia no debe andar lejos, en parte por el golpe y el cansancio también, cansancio que él ha provocado.
Niega con la cabeza—.Guardia, hay una chica que parece poseída—.un sonrisa burlona se forma, desdibujando por un segundo la tensión—. Y no importa por qué este en el otro pabellón, en su habitación y que mi cuarto está cerrado—.suelta para sí, se impulsa con ambas manos y se queda de pie entre la puerta y Capucha Mostaza; da unos pasos hacia adelante, ella se agita con más fuerza; un ligero temblor recorre su brazo en comparación, algo le atrae a ella como un fuerza jalando de un hilo invisible, un hilo que traspasa la pared acolchada, el concreto con si no estuviese allí y sigue hasta superar a la atmosfera.
Sus uñas negras como el vacío del espacio por el que tiembla del hilo, larga y afilada, pero que le mueve con delicadeza, tensándole pero sin llegar a romperle, como si no fuera la primera que lo hace, su cornamenta baja con suavidad como su negro mirar, parece disfrutar de poner en esa situación a Hägermarzen, sus colmillos emergen blancos en contraposición a su piel tersa y azulina, pero no por el frio del espacio donde solo las posibilidades coexisten con el dúo.
Su paso se detiene a medio camino, tensando los músculos y girando sobre si, casi obligándose a hacerlo, un paso luego otro, y el crujido de la puerta dejando a la chica agitándose en silencio, con los ojos cerrados con fuerza y los diétense golpeteando en su boca, como si lo que estuviese andando en el interior de su mente no le gustase, no le agradase, la puerta se cierra y él se aleja por el pasillo con las manos dentro de su bolsillo, apretándolas con fuerza.
Respira con fuerza, dejando que el aire medio frio y medio caliente le llene los pulmones, la mescla de sudor y piel muerta combinado con productos químicos para limpiar los cuartos, caminando de vuelta a su habitación.
En la segunda habitación el vidrio resquebrajado de la ventanilla le da una rápida bienvenida, del otro lado la líneas rojizas siguen en línea sobre sábanas blancas, su dueña, duerme, con los labios en un fina línea, como un cierre de piel guardando su voz.
Un paso rápido, con los apuntes contra el pecho, tratando sin gracia de contenerlos, apartando a la gente con la mano libre, pasando de las parejas besuqueándose en los corredores—. «Que llevo prisa»—.sus labios se tuercen en una mueca que extiende el pensamiento.
En ese momento Capucha Mostaza, aun no se denominaba así, aun conservaba el nombre con el que había sido creada y criada, ese nombre que se perdió, tan esquivo que aún no se logra saber del todo, del que solo el dúo talvez conozca completo.
Ambas coletas marrones encendidas golpeteaban sus hombros en el vestido escogido por su madre, igual que el peinado que llevaba de un amarillo chillón, no tan elegante como el de su vestimenta de súper heroína.
Un suspiro se escapaba por sus labios, cuando la tela le rosaba por encima de los tobillos, a su mente llegaba la imagen de su Jean gastados escondidos en una gaveta, para que no se lo quemasen, con un pesar sobre sus hombros sabiendo que un día más iría a una carrera que no tuvo derecho a elegir, que solo fue impuesta.
—.«Hacemos lo mejor para ti, cariño»—.replicaba la frase, vagando libremente cuando aún no estaba construido el muro, gastada que se había sucedido a lo largo de su joven existencia y aunque ya había superado los veinte aún estaba casi retratada en su piel.
Un golpe le devolvió al recuerdo, al pasillo que estaba atestado de chicos y chicas, besos y conversaciones—.ten cuidado, ridícula—.los labios gruesos, con delineador morado oscuro terminaron, no le escucho del todo, estaba atenta en no deja caer sus apuntes.
Las hojas se regaron, la palma golpeo contra sus pechos, desequilibrándole y en un grito que se quedó en su garganta al suelo fue a parar, desde lo alto ella le sonreía.
Las dos chicas que le acompañaban se unieron en su pesar hacia Capucha Mostaza—.que rarita que eres; quien te dio el vestido tu abuela—.concluyo sin dejar de reír para sí, acomodándose el mechón verde detrás del hombro, la imagen se cortaba por las hojas terminando de caer, algunas con fórmulas y otras con subrayados.
La palma, se comprimió en puño, con la electricidad recorriéndole el brazo, apoyado en el suelo de cemento frio, el aire entraba frio a bocanadas, pero salía encendido por el calor dentro de sí, que empezaba a subir.
Sus piernas se contrajeron, tensando la tela del vestido contra ellas, con ambas manos se impulsó hacia delante con los puños aun cerrados, casi clavándose las uñas a la piel, seguía respirando a bocanadas, esperando inútilmente a calmarse.
Las conversaciones habían disminuido, ahora un circulo de cuerpos, les envolvía, algunos móviles apuntándoles, a las chicas que se había quedado hay en medio de la redondela improvisada, una mirando el suelo con las trenzas caídas, con aire caliente, casi formando estelas de vapor, a pesar de estar a temperatura ambiente el lugar y la otra en un expresión perdía sin saber bien que más va a pasar.
Una descarga eléctrica, le recorría el cuerpo, luego de despegar de su columna, una ondulación invisible pero que se siente en palpitar, sobre las vértebras que cubren las líneas de nervios, envueltas en los músculos y líneas de sangre fluyendo.
Finalmente sus intentos por calmarse habían fallado.
Sus ojos marrones se contrajeron, como los músculos a través de su brazos, impulsándose hacia atrás, su pierna tensándose, el pie despegándose del suelo hasta solo quedar la punta, protegida por el zapato, acortando la distancia, su cuerpo quedando en un Angulo de casi 45 grados, proyectada.
El impulso como un línea eléctrica, movilizo toda la masa hacia su perfecta sonrisa, el lente de las cámaras no captaba la energía que le recorría el brazo, pero igual el directo ya había alcanzado casi mil visitas a pesar de tener menos de un par de minutos de iniciado.
Las coletas de la chica se sacudieron, cuando termino el movimiento, las gotas de sangre proyectadas hacia el vestido dejándose en este como si fuera un patrón visceral, de su fuente una línea se dibujaba bajando por su nariz, teñiendo sus blancos diente de carmesí.
Pero no lo noto, estaba ocupada, en no caer, lucia confundida, dando tumbos hacia adelante y atrás, tratándose apoyar el la superficie metálica de los casilleros, las otras chicas estaban detenidas, incrédulas ante lo que paso, con sus bocas empezándose a abrir.
El cabello se le alborotaba, a medida que iba desplomándose, sus ojos se iban perdiendo en el peso de sus parpados, cayendo sobre las notas, que empezaban humedecerse con la fina línea de baba y su sangre que se escurría de sus labios.
Sus brazos extendidos tocaban los zapatos de la chica; sus ojos volvían a expandirse y con ello empezaba a recobrarse, los aplausos y gritos sonaban lejanos como si estuvieran detrás de un vidrio, de los primero ladrillos que se dejaban caer.
El sudor bajando por su rostro, estaba confundida, la respiración agitada, que comenzaba a enfriarse, ladeo la cabeza levemente regresando a estar firme y se quedó contemplando su brazo extendido y terminando en un puño, entonces lo noto, la líneas de sangre que le cubrían los dedos cerrados y de a pocos bajo la mirada, para ver a la chica.
Tendida cerca suyo, con los brazos como un jarra, el papel ya se habían teñido hasta la mitad, los otros un poco más lejanos empezaban as seguir el camino a medida que la sangre se esparcía.
Sin pensarlo se llevó las manos a la boca para ahogar un grito y negó con la cabeza, con más fuerza repitió—.no…no de nuevo—. Se repito para sí, con la voz echa un hilito, temblando, sintiendo el sabor a hierro bordeando sus labios y llegando hacia el interior de su boca.
—.ESTUPIDA…que te pasa—.le soltó la más alta, pero la bofetada en su mejilla fue más fuerte que el impulso, sacudiéndola, tomándola desprevenida, como había hecho ella, haciéndola tropezar, algunas manos le rosaron la espalda intentándole frenarle sin suerte.
El golpetear de las plumas, contra el vidrio, el verdor de un ojo se precipita abriéndose, por el pasillo, al vidrio, se le dibuja otra línea extendiendo la grieta, como la que se va formando a lo largo de su pared.
El café descansaba al lado de los apuntes sobre psiquiatría, Alicia suspiraba cansada, bajando los hombros y recostando contra el respaldar de la silla, dejando caer levemente su cuerpo, en el restaurante, había pocos comensales, un par de guardias y un chofer, todos buscando algo de alimento a las cinco de la madrugada.
No conversaban, solo se concentraban en su comida y sus propios pensamientos, de todos ellos, ella era la única sin ojeras.
En su bolsillo descansaba su licencia de conducir y un móvil, que comenzó a tararear feliz no cumpleaños, cada vez más alto, pero igual le tomo unos segundos a Alicia darse cuenta de esto con su mirada azulada y su mano tersa que lo tomaba, lo acero a su rostro y la pesadez se le quito de golpe al ver quien llamaba, rápido deslizaba para contestar.
—.si hemos tenido avances con ella—.suelta con los ojos fijos en alguien que no está allí como si le hiciese compañía del otro asiento, separados por la mesa que compartían entre ambos.
—.no ha tenido amnesia—.se demoró alargando las letras, negando lo que acaba de ver al visitarla.
—.se ha reconocido como Capucha Mostaza—.bajo el tono mirándose los nudillos—.pero solo es por ahora, ya cambie su medicación—.termino con una gran sonrisa.
Guardo el móvil, su dedos agiles buscaban algo en el otro bolsillo una ligera sonrisa se dibujó en su labios, con mano temblorosa, dejo caer en la taza, la cucharita revolvía, la pastilla que acaba de disolverse en liquido caliente, de un par de sorbos termino el café.
Ahora las miradas se situaban con ella, se habían apartado de la carne, de las verduras cocidas y los cafés, hacia la chica que comenzaba a reír cada vez más fuerte, a medida que se alejaba, caminado hacia la puerta de cristal. Con los brazos caídos, apenas sosteniendo los apuntes en la mano, avanzaba, su frente choco contra el vidrio en que se dibujó una línea, sin llegar a romperse, pero lejos de sentir dolor por el golpe, solo siguió riendo, le tomo un par de intentos alcanzar la manija y salir hacia la calle, donde el sol comenzaba a pelear.
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