3 de enero de 2018

EL CONEJO VENDRÁ CAP#3 SUJETADOR.

EL CONEJO VENDRÁ CAP#3 SUJETADOR


EL CONEJO VENDRÁ CAP#3 SUJETADOR

FANFIC DE SIEMPRE AL OESTE, CUESTE LO QUE CUESTE


EL CONEJO VENDRÁ CAP#3 SUJETADOR

FANFIC DE SIEMPRE AL OESTE, CUESTE LO QUE CUESTE 

DE AUTORA:Celia Navidañó (@BrujadelTeatro)


EL CONEJO VENDRÁ CAP#3 SUJETADOR


Los pequeños grumos de saliva empezaron a deslizarse, a medida que sus labios se despegaban, con un chillido imperceptible para los humanos, el cabello rojizo se agita a lo largo de la sábana blanca, cuando de un movimiento brusco se gira, dándole la espalda, al espejo con la esquina rota. 

Con un overol floreado caminaba casi meneando las caderas; bolso color vino y gafas de sol, que asentaba su rubias líneas, acomodándoselos para esconder el moretón, pero a pesar de ello, el resto de estudiantes parecía ver solo la venda que le envolvían buena parte del rostro, ocultando debajo la piel rasgada por el puñetazo, con una mueca extraña por el olor a alcohol que despedía el vendaje. 

El corredor lucia limpio dentro de lo que se podía, el dúo le abría el paso entre la gente, sin darse cuenta que ya habían pasado el charco de sangre resecada y desdibujado por los potentes ácidos y el buen trabajo del conserje, que ya estaba tomando una siesta, en el cuartito de limpieza, sin oír el cuerpo chocando contra la puerta de un beso con demasiada fuerza. 

Ella caminaba, aun sin su Capucha, las coletas golpeteaban en su vestido que ya no era completamente amarillo chillón, por las manchas de sangre que no salieron, aunque el pasillo seguía atestado, ella no necesitaba de respaldos para abrirse camino, un par de libros cayeron, cuando alguien intento apartarse sin suerte, chocando con otro, mantenía los labios pegados, tratando de ocultar el enojo, tratando de mirar sus pisadas. 

Una mano se levantaba, casi delante de ella, pero paso de la chica con la portátil de tapa azul, sostenida entre sus brazos, con la abolladura apuntando a sus botines, sus ojos se tornaron hacia abajo, al darse cuenta que el gesto no sería devuelto. 

La bofetada ahora era una picazón leve en su mejilla, la semana lo había reducido a eso, pero fue lo único que parecía suavizarse, a medida que avanzaba por el corredor y los pasillos, el ruido iba desapareciendo, después de todo quien quería ir a la oficina del rector. 

El pasillo era angosto, pero bien iluminado y estaba adornado con las fotos de las promociones anteriores todos vestidos igual, sonriendo igual, con batas iguales, lo que hacía imposible a simple vista reconocer su rama, para eso habían uno pequeños rectángulos ribeteados debajo de los marcos, pero Capucha Mostaza no tenía tiempo para leerlos. 

Un paso, tras otro, pero en su sueño, no avanzaba, levantaba la mirada y al final estaba la puerta, pero ahí se quedaba como si fuera aparte del paisaje, de cara desdibujada en los muros contenidos entre líneas y paredes de cristal, con sus sonrisas, suplicantes por otro sedante. 

Pero no por mucho, un golpeteo, liviano al principio, como un lápiz cayendo, imperceptible, pero con el tiempo más fuerte y acompañado, hasta que volteo para ver como de a pocos la masa amorfa iba rectando por el corredor, entre gritos quietos de la imágenes, que ya no lo eran tantos, dedos huesudos se abrían paso sin importar el cristal incrustado en su piel de mates. 

Pintura que chorreaba en vez de sangre, bocas suplicantes, por un calmante. 

Se ensanchaba llenado las paredes que contenían el pasadizo y cuando se alejaba antes de dejar la parte superada en oscuridad, se les podía ver limpias sin imágenes, como si se las cargase en el proceso de acercarse, a la chica que ahora corría, los gritos se iban callando a medida, que parecía comer. 

La oscuridad se iba comprimiendo hasta enmarca un par de alas que se separa del suelo, dobladas pero eso no parecía importarle, seguía manteniéndose en curso, sus dedos largos, le sacudían. 

—.Despierta DORMILONA—.abre los ojos de golpe para ver a la pequeña rubia. 

—.creo que tenías bastante sueño—.le sonríe mientras terminaba de enfocar su rostro y la pequeña curva en sus labios, por su parte Capucha Mostaza solo asiente confundida. 

Más allá de su rubia cabellera se deja ver la luz natural, indicando que por ahí debe haber alguna ventana con barrotes, mas allá de la habitación encapsulada, con un suspiro se deja caer sobre el suelo acolchado sin dejar de mirarla, los laterales de la bata se extienden a los lados, las botas golpetean con suavidad, cerca del lateral, cerca de las costillas de la chica. 

Le toma un par de intentos impulsarse hacia arriba, con la fuerza de su espalda y piernas, ahora con facilidad, ya sin los efectos del relajante, sopla con algo de fuerza, para apartarse el pelo de un lado de la cara, el sabor salado le llena los labios en respuesta al haber estado enfundada en la camisa y su jean desgastado, pero más por la primera pieza inusual en su repertorio. 

El pequeño broche en su cuello, es lo que ata el resto de amarres zurcidos entre las dos capas de tela, ese pequeño broche, imposible de tocar, para unas manos atadas y una conciencia pesada, producto de los somníferos. 

Se mantiene sentada con las piernas entrecruzadas, siente la mano debajo de su barbilla, que con un movimiento fuerte le obliga a levantarla, hasta dejar expuesto su cuello, el movimiento le toma por sorpresa dejándole quieta, aun decidiendo que hacer. 

Pero no para unos dedos largos y un sonrisita. 

Con un pequeño crujido, la tela se desliza por sus hombros, que muestran la piel pálida por la falta de exposición en contraposición con su rostro, que comienza a ruborizarse y con movimiento tosco, antes que las mangas terminan de caer, llevándose consigo la tela de la camisa más debajo de la mitad de su cintura, los brazos atrapados hace segundos, ahora forman una X sobre su parte superior. 

—.Oh…en serio eso te molesta… no pensé que fueras tan pudorosa—.termina después de un largo aliento para sí, en lo que la sonrisa se convierta en un leve bostezo y sus ojos se tornara blanco ante la idea que acaba de mencionar y el asentir tímido de ella. 

—.Tómala—.comprime el brazo que se ha quedado acariciando el aire y con un movimiento irregular y ante el no poder, se detiene ayudarse con ambos, se quita la bata, quedando en una camisa con cuello en V de un gris pálido, que se sobrepone sobre un jean, sin dejar de estar sentada, cuando termina de hacerlo, lo extiende hacia ella, que niega, moviendo la línea de cabello. 

—.Que pesada—.frunce el ceño, pero ante la negativa de Capucha Mostaza, deja caer la ropa, entre ellas. 

—.Date Vuelta—.suelta en un gritillo ahogado, pero lo suficiente para que Alicia le escuche. 

Ahogando un quejido, la psiquiatra se pone de pie y, le da la espalda luego de una mirada entre furia y sonrojo, aunque esta se pierde entre sus mejillas algo encendidas, pero no lo nota, mira el corredor a través de la puerta cerrada. 

Las mangas se le suben, mostrando más allá de sus muñecas, pero menos para sobrepasar su codo, los dedos ajustan los botones, un poco lentos, porque le echa un mirada cada poco a Alicia esperando que esta no se voltee, ella por su parte solo se limita a sonreír. 

Debajo de la tela las paredes de la bata se ciñen a su cuerpo, marcando la poca diferencia de tamaño entre ella y su supervisora, aunque hay una leve restricción por las mangas, no la nota en comparación con lo que acababa de tener, su pie se mueve con algo de velocidad y odio, pateando hacia un lado la Camisa de Fuerza. 

Sin ver a donde fue a parar, deja caer los brazos, para volver a levantarlos sintiendo el aire entre sus dedos, sonriendo bobamente por eso, después de todo aunque aún en su interior solo recuerda estar en la habitación gritando, algo le decía, como el ligero escozor en la parte interna de sus brazos; que fue más tiempo que eso. 

Su dedos tocaron la base de su cuello expuesto—.Entonces;¿ por qué hiciste eso?—.Casi encarándola, con algo cubriéndole, parecía restablecerle un poco, a la Capucha Mostaza que alguna vez fue, ¿Qué alguna vez fue?. 

Una ligera sonrisa, le hacía moverse hacia adelante, marcando toda la masa muscular que llevaba encima, algo que le tomaría años a un ser humano común, no era nada más que un movimiento de dedos o talvez menos para alguien de su especie, pero el gesto le duro poco, tan embebecido en contemplar a Capucha Mostaza, que no noto que se movía, avanzando, atrás de el en el lugar donde solo las posibilidades comparten piso con ellos, las uñas filudas se posaron sobre su fuerte hombro desnudo. 

—. ¿Qué; prefieres quedarte aquí?—.soltó burlona, ahogando una carcajada, dada vuelta hacia ella de espalda a la puerta acolchada, su mirar orado se posos en ella, e intento mantenerle, pero no pudo había algo en esos ojos azules, como si no fuese solo de ella, como si hubiera alguien más a través de ellos, pronto la chica sin Capucha sacudió la cabeza para apartar el pensamiento, no quería dar razones para estar en el lugar que pensaba que estaba. 

Sin esperar respuesta, la perilla crujió y comenzaron a caminar, a Capucha mostaza le tomo un poco, y se comenzó a mover después de que Alicia atravesara, el umbral metálico de la puerta, el frio del cemento lustrado, le trapazo la planta desnuda de los pies, pero poco le importo, respiro aliviada de salir de esa caja de algodón. 

—. ¿Te portaras bien?—.suelta, al pasillo, sin mirarle, le toma unos segundos entender a qué se refiere, del otro lado del muro algo parece golpetear, los ladrillos, que se han movido hacia adelante, algo que parece gruñir—.Vamos, no te oigo—.su pies se plantan y capucha mostaza, le sigue el movimiento, casi llevándosela hacia adelante, Alicia se bambolea un poco, tose. 

Pone los ojos en blanco—.Vale—.sale de sus labios después de unos segundos, sin saber bien a que se refieres, pero parece funcionar por que vuelven a avanzar, a los flancos algunos bostezos se escucha, pero los ronquidos son lo que predomina. 

Los labios de la psiquiatra se tensan, como si le irritase que alguien fuese capaz de necesitar dormir más de cinco horas por día, como si alguien pudiese atreverse a semejante insulto contra la productividad, o talvez simplemente por la llamada de ayer. 

El espejo tiene un resquebrajo, el espejo que espera a la chica pelirroja—.bien, llegamos—.se gira veloz y sonriente, capucha, da un paso atrás por instinto y tensa el puño por un segundo, para relajarlo. 

Sobre la puerta blanca, reza un Tres, puesto en un número metálico, bajo este la ventanilla que deja entrever la pequeña habitación, la mano se desliza por encima de su cadera, sus ojos morados se abren de golpe, Alicia se muerde la lengua que saca levemente, en un intento por encontrar algo, en los bolsillos de su bata. 

La llave emerge,pequeña—.aquí esta—.termina, sin percatarse de los brazos tensos de su acompañante, ni el hilito de vapor que se ha formado, subiendo y saliendo de sus labios, el crujir de la puerta le devuelve, comienza a adentrarse por un corredor que si no le presta atención no lo notas un metro a lo sumo. 

Una ventana rectangular con barrotes que atraviesan en vertical le saluda, que deja pasar suficiente luz para el cubículo en forma de L invertida. 

Un cama de plaza y media, con el cabezal dando para la pared delimitadora y la pequeña pared que forma el cuartito de puerta corrediza, que está en el espacio entre la puerta con el número y los limites, un espejo sobre la pared frente a esta. 

Bajo el marco de la ventanita hay una cajonera con tres divisiones, que Alicia le señala, pero los ojos de Capucha Mostaza se quedan en el cuartito—.Ese es tu baño personal, ya sabes solo este pabellón lo tiene—.Acota cuando nota esto—.Los muchachos por su parte solo tienen uno comunitario—.ella asiente por lo primero, aunque la idea ya se empieza a forma en su cabeza de lo segundo. 

Camina hacia la ventana y se toma unos segundos para ver el espacio cementado frente a ella es un patio interno, surcando ese espacio plano hay otro pabellón, aunque su visión en ese momento no es tan buena, parece ver una mano saludándole del otro lado, sin percatarse del persiana levantada, desde el otro edificio con ventanitas enrejadas, mas allá de los gritos ahogados por el cristal, del sudor derramado en una de las canchas, en la que ahora se juega un partido de básquet. 

Cerca al bordecillo, una paloma descansaba sus patitas, sin notar al chico que parecía saludar al aire frente a él, a la chica frente a él, separados por el muro al parecer, ¿separados por el muro al parecer?, Härgermazen le miraba a través de sus gafas, lo de su ya era mucho decir, pero estaban en su cabeza, así que para el momento, lo era, le miraba con una sonrisa que ella no alcanzaba a ver. 

—.Mi bata—.soltó seca, la chica detrás de Capucha Mostaza, asiéndole girar—.hay tienes más ropa—.concluyo, señalando con dedos delgados, a la cajonera, quedándose delante de ella, con el ligero rugir de su bota golpeteando el suelo de sementó desnudo. 

Sacudió sus pies para calentarlos un poco, ahora si empezaba a notarlo—.Bien; pero no lo hare hasta que te largues de mi cuarto—.concluyo tensando el brazo; ante la mirada sorprendida de Alicia; pero esta vez sí logro sostener la suya, dentro de las fundas de sus mangas, por debajo de la piel erizada, los huesos palpitan levemente por el musculo y la energía que quiere chisporrotear. 

Sus ojos disminuyeron y en un quejido combinado con un leve movimiento de cabeza se giró, manteniendo los brazos cruzados sobre sus pechos, caminando con paso rígido la pequeña distancia, el golpe fuerte de la puerta, produjo una leve onda de eco que parecía amplificarse por la ventanita cerrada. 

Sus dedos se deslizaron hasta aferrarse al hilo que baja la persiana, bloqueando buena parte de la luz, dejando un hilito que entra por el corredor, un escalofrió le recorre la espina a Capucha Mostaza; la idea surca la grieta—. «No quiero estar en oscuridad»—.la niebla empezaba a levantarse cerca de la esquina, colgando del techo, pero ella no lo noto, estaba buscando algo en lo cajones, la luz era suficiente, para ver las cosas a través de sus contornos generales. 

La tela de algodón, se deslizaba entre sus dedos, parecía una sudadera, hasta que se deslizo y cayó sobre la cama, con los hombros tensos, rápida, levanto un poco la persiana, lo suficiente, para dejar entrar más luz, la niebla comenzó a deslizarse por encima de ella, hasta guardarse en un lugar invisible. 

Un lugar invisible; que esta ¿en ninguna parte?. 

Ahora se dejaba ver el color blanco de la misma, Capucha Mostaza suspiro, pero igual se movió hacia la pared del baño, para cortar el Angulo de visión, por si acaso que Alicia se le diese por mirar. 

Había terminado de quitarse un par de botones, cuando recordó, que le faltaba algo más, con rapidez rebusco en el resto de cajones, hasta que llego al último, saco un sujetador de este. 

La tela descendía por su vientre o donde solía haber uno, en su lugar las costillas marcadas se resguardaban en la tela suelta, camuflándose, pero no al gruñido ligero, el pastel ya había terminado de deshacerse. 

Sus ojos se afinaron, una leve sombra en su piel, sus dedos terminaron de abría la persiana completamente, llenando la habitación de luz y repite levantando la tela, su reflejo le saluda, pero solo eso, aún no ha podido ver lo que esconde la tela de su jean. 

Lo que si puede ver, solo por el efecto de contraluz, es la pequeña línea que recorre la parte interna de su brazo, cerca de la curva de su axila, justo antes de perderse en la manga corta de la camiseta de tela, en la parte interna, en la cara interna, del Bíceps Braquial. 

Sus dedos índices y medio, rectan hacia la porción de tela, presionado con algo de fuerza, sus ojos se abren, cuando el estímulo es devuelto, repite, pero nada esta ves—. «Debe ser por el hambre o por un calambre»—.se dice mentalmente para calmarse, aunque solo consigue hacerlo un poco, baja el brazo flexionado y con ello la sombra desaparece, asiendo casi invisible el cortesito, como si no estuviera hay. 

Alicia le echa un sonrisita que Capucha Mostaza no nota porque sigue por el pasadizo, hasta que se detiene, mas allá de la habitación con el 2 grabada en su puerta, más allá de la chica pelirroja bostezando, mostrando todos los dientes a su reflejo, saludando sin notarlo a su sujetador, se había dado cuenta que no tenía idea de donde estaba el comedor. 

—.Tengo Hambre, ¿Dónde puedo comer?—.le suelta sin girarse para verla. 

—.mi Bata—.arremete ene l mismo tono. 

—.sobre la cama—.desliza su miraba a la habitación abierta, en ella una bata perfectamente doblada descansa, sonríe para sí y camina hacia esta, cuando vuelve, haciendo doble sur brazo para que entre por la abertura de la maga—.acompáñame—.termina, aun pasándose las manos por la tela para quitarles las arrugas, desde el café de esta madrugada, no tuvo tiempo para asearlo. 

Ambas muchachas bajan las escalera de metal y recorre un par de pasillos, poco después una chica que se refriega un ojo hace el mismo recorrido, aunque no quiera admitirlo Capucha Mostaza, esta agradecida con Alicia por acompañarle, de otra forma se perdería entre los caminos, finalmente llegan, una puerta doble, actuaba como colchón para las conversaciones del toro lado, algunas en grupo, otras solitarias. 

Los dedos largos se posaron sobre su hombro, dio un saltito por el sobresalto, estaba viendo la cantidad de personas del otro lado del vidrio. 

Alicia sostenía un pequeño rectángulo de color blanco, una pegatina—. ¿Qué Nombre pongo?—.le dice sonriendo y sacando la mano de su bolsillo con un rotulador negro, la chica ladea su cara levemente, dejando que la línea de pelo caiga suavemente sobre su hombro. 

Confundida, hasta que sus labios se despegaron, en un fina sonrisita—.Capucha Mostaza—.una línea eléctrica le recorrió la base de la columna al decir esas palabras, que de a poco empujaban los ladrillos del muro, el gruñido se hacía más fuerte del otro lado. 

Sus ojos cayeron levemente, borrando algo su sonrisa, respiro hondo y asintió apoyando en su palma el papel y rotulando en él lo que la chica de ojos morados le dijo, con agilidad destripo la capa de papel, de la capa de contención, dejándola adhesiva, sus cejas se arquearon cuando, el nombre quedo encima de su pecho. Del otro lado, en una de las mesas disponibles, una cuchara se levantaba con pastel de chocolate en ella, hacia los labios de un chico, un chico que llevaba consigo sus gafas.


FIN EL CONEJO VENDRÁ CAP#3 SUJETADOR

CONTINUARA…


Acompaña a capucha mostaza en esta nueva aventura;
que continuara la próxima semana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

HOLA;RECUERDA:comentar siempre con respeto y compostura;así estaré encantado de leerte :)